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La fuerza de la palabra

Para hacer que un hombre armado salga de donde se ha parapetado con varios rehenes y se entregue, un negociador tiene como única fuerza la palabra. Es lo que ocurrió cuando el mes pasado un enfermo mental de Pino Montano encerró a su familia y amenazó con volar el edificio.

el 15 sep 2009 / 05:02 h.

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Para hacer que un hombre armado salga de donde se ha parapetado con varios rehenes y se entregue, un negociador tiene como única fuerza la palabra. Es lo que ocurrió cuando el mes pasado un enfermo mental de Pino Montano encerró a su familia y amenazó con volar el edificio.

El comisario de Macarena, responsable de esa operación, consideró "perfecto" el trabajo del negociador, que durante media hora le habló a la puerta sin respuesta, hasta que por fin el hombre respondió y accedió a salir.

En el rellano fue apresado por policías del grupo de asalto porque tuvo un momento de duda que en esas situaciones es peligroso. El negociador es más crítico con su labor: "Lo perfecto hubiera sido que bajara conmigo las escaleras tranquilamente y no tener que detenerlo allí mismo", dice el policía, uno de los dos negociadores de la Jefatura de Policía Nacional de Sevilla. De los 22 que hay en España, 11 son "la élite" y están en Madrid, y el resto se reparte por el país.

Agresores que están maltratando a su pareja y cuando llega la Policía se niegan a abrir, atracadores que se encierran en un banco con clientes y empleados, drogadictos que amenazan a un familiar que no les da dinero... son situaciones muy distintas, que hay que tratar de modo diferente, pero si se enquistan hace falta que un negociador las desatasque antes de que acaben en una reacción violenta.

"Mi trabajo es llegar al final con el menor daño", explica este inspector, que levanta las cejas si se le pregunta qué dice para conseguir que le hagan caso. Explica que desvelar los procedimientos perjudicaría su trabajo. "Hay que empatizar con esa persona, entender la situación que está viviendo y negociar, que significa que las dos partes tienen que ceder para llegar a la mejor solución".

A veces le cuesta, porque supone dejar de pensar como un policía. "Cuando trabajo de negociador me tengo que meter en el papel, y mi objetivo no es detener al tío, es conseguir que la situación se resuelva". No siempre es un camino recto: "A veces un negociador tiene que abandonar porque no conecta con la persona, o dice algo que le molesta y no hay forma de arreglarlo".

Tampoco queda todo en sus manos: "Al mismo tiempo, otros grupos se preparan por si algo saliera mal". Por eso, en Pino Montano, los Grupos Operativos Especiales de Seguridad -GOES, los hermanos pequeños de los conocidos GEOS, expertos en asaltos- estaban preparando una entrada en la casa. El policía llegó a pensar que haría falta derribar la puerta, aunque al final no fue así.

Y no todo es negociable: "Yo, por ejemplo, no lo soy", dice en alusión a situaciones que se han resuelto con un policía entrando en calzoncillos en un banco a petición de los secuestradores. "Eso no se puede hacer, aunque a veces quieren que entres y veas que te están diciendo la verdad sobre la situación, pero sólo sirve para aumentar el riesgo. Es poner otra vida en peligro".

Eso, que antes se hacía, es una de las cosas que cambió cuando hace cinco años se creó un protocolo de negociación, que prevé equipos de hasta cinco personas para casos graves, como un secuestro aéreo o las negociaciones para liberar a los marineros del barco Playa de Bakio.

La última alerta roja se dio en 2006, cuando tres hombres armados entraron a robar en un piso de Los Remedios, atando y amordazando a una empleada del hogar. La Policía lo preparó todo pensando en un secuestro, pero cuando llegó el negociador se descubrió que los ladrones se habían marchado tras llevarse el contenido de la caja fuerte.

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