La crisis se lo dio y la crisis se lo quitó. Hace poco más de un año, con 65, Solbes aceptó los ruegos de Zapatero de quedarse en Economía para salvar a España de sus problemas financieros. Ahora, gracias precisamente a la crisis, cumple su deseo de dejar la política. Le sucede Salgado, experta y gestora.
Pedro Solbes ha superado ya la edad para la jubilación obligatoria y lleva meses insinuando que prefiere retirarse a soportar las críticas que le han llovido desde que España está oficialmente en crisis. Aunque no hubiera querido irse -ya confirmó que tenía envidia de Bermejo por ser ex ministro-, todo apuntaba desde hacía semanas a que iba a ser la primera víctima política de la precaria situación económica del país.
De los ministros que se van, es quizá el único que ayer igualó en protagonismo a la ministra que le sucede (Elena Salgado). Zapatero anunció la marcha del ya ex titular de Economía como si le costara decirle adiós, reafirmándose en su idea de que la situación económica y financiera del país no tiene nada que ver con una posible mala gestión por parte de Solbes. Le dedicó el más largo y sentido agradecimiento y alabó su "ejemplar entrega y dedicación" al servicio público durante "toda su vida".
Solbes entró en la legislatura tras haber sido la estrella de la última campaña electoral y asegurando que repetía para quedarse los cuatro años de mandato, pero la situación se torció más de lo previsto. En su primera legislatura con Zapatero su gestión dejó buen sabor de boca. España creció por encima de sus socios europeos, se logró un récord de ocupación y se consolidó el superávit público. Hoy, con el traspaso de carteras, Solbes dejará a Salgado un país en recesión, 3,6 millones de parados y unas previsiones del Banco de España que hablan de un 3% de caída del PIB, además de una caja intervenida.
Con estos datos en la cartera, la hasta ahora ministra de Administraciones Públicas y futura vicepresidenta segunda y titular de Economía y Hacienda, Elena Salgado, afronta el desafío de gestionar la crisis y preparar a España para lo que viene.
Salgado ha pasado a ser protagonista indiscutible del Gobierno al aceptar la tarea de "cambiar el ritmo" de una economía herida grave. En sus manos está la prioridad absoluta del Ejecutivo y, aunque tiene detractores, para avalarla está su fama de buena gestora. En su etapa en Administraciones Públicas ha saldado la deuda histórica con Andalucía, ha desbloqueado la transferencia de competencias al País Vasco y ha impulsado el desarrollo del Estatuto catalán.
Esta defensora de la descentralización del Estado ya tiene experiencia con la crisis económica, pues Zapatero le encargó a su anterior departamento el desarrollo del Fondo Estatal de Inversión Local, aprobado para financiar obras en los ayuntamientos y dar trabajo a los parados de la construcción. Y en su nuevo despacho el paro será, precisamente, su preocupación fundamental. La nueva vicepresidenta se encuentra ya en marcha el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo, conocido como Plan E, que engloba todas las medidas anticrisis tomadas hasta ahora y que, a la vista de los datos, aún no ha dado todos los frutos que de él se esperaba. Zapatero está convencido de que la "acreditada capacidad de gestión" de Salgado bastará para acabar con la crisis "cuanto antes" y para garantizar que "los recursos públicos invertidos rinden al máximo".
Las reacciones al nombramiento de Salgado fueron ayer varias y distintas, pero casi todas hablaban de ella como buena gestora. El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, auguró que "hará muy buen trabajo en la situación tan difícil que vivimos" y el presidente de la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros (Adicae), Manuel Pardos, confió en que la nueva vicepresidenta "sabrá entender mejor" los problemas de los consumidores que su predecesor en el cargo, Pedro Solbes. Por su parte, el presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), Jesús Bárcenas, se limitó resaltar la "carga política" de los relevos.
