Al margen de la gran dimensión financiera y económica de las fusiones de cajas de ahorros que se están concibiendo en España, esta reestructuración del sector lleva aparejadas consecuencias políticas por mucho que los partidos y cajeros juren que la cosa política es ajena a las entidades. Y la conclusión no puede ser otra que un mapa que se escora hacia el PP, puesto que son las autonomías por él gobernadas las que han forjado las mejores alianzas, frente a unas socialistas donde o desaparecen las cajas -caso de Castilla-La Mancha-, o huyen de sus fronteras regionales -Extremadura y Andalucía- o se revelan incapaces de casar a sus principales entidades, como pasa en territorio andaluz.
Desde que a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, se le escapara -micrófono indiscreto- que había movido los peones a su antojo en Caja Madrid y, además, protagonizara sendos enfrentamientos con el alcalde de la capital y compañero de partido, Alberto Ruiz Gallardón, en este caso por los sillones de cada administración en la entidad, y con el líder del PP, Mariano Rajoy, por la presidencia de la misma, negar la influencia de la política en las cajas es negar la realidad.
Empecemos por Caja Madrid. Su llamada fusión fría o SIP (Sistema de Protección Institucional) con Bancaja, cuya sede social radica en Castellón, no sólo gestará la mayor caja de ahorros de España, arrebatando el liderazgo a La Caixa, y la tercera entidad del país -por detrás del Santander y el BBVA-, sino que une también dos feudos tradicionales del PP como son las regiones madrileña y valenciana. A un lado, Aguirre, al otro, Francisco Camps.Esa alianza, asimismo, dará cabida a las cajas de Ávila, Segovia, Rioja, Laietana e Insular de Canarias, siendo las tres primeras de autonomías del PP -la cuarta, de Cataluña, gobernada por la coalición de PSC-ERC-ICV, mientras que Coalición Canaria lo hace en la quinta-. Sintonía con Rodrigo Rato, actual presidente de Caja Madrid y un histórico del PP. Y Zapatero aplaudió.
Vayamos al noroeste, hacia Galicia. Aquí, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta y también del PP en la comunidad, ha conseguido, batalla de por medio con el Ejecutivo español, que se unan sus dos cajas: Caixa Galicia y Caixanova. Nacerá, así, la gran caja gallega, que se situará en el top five del sector.
Justo en el otro extremo de la península, con una Cataluña gobernada por los socialistas en coalición, hasta tres enlaces han cuajado. Primero, el de Caixa Catalunya, Tarragona y Manresa. Segundo, el de Caixa Sabadell, Terrasa y Manlleu. Y, por último, el de La Caixa y Caixa Girona, siendo ésta la última de operación anunciada. Y todas han estado impulsadas por el propio presidente de la Generalitat, José Montilla, quien temía la injerencia del Gobierno y del Banco de España en las entidades de la comunidad. Por ello, no ha visto de buen grado la huida de Caixa Laietana, que se va con Caja Madrid, ni la de Caixa Penènes, que se aliará con Caja Granada, Sa Nostra y Caja Murcia. Esta última, por cierto, es muy dispar, puesto que combina entidades de autonomías socialistas y populares, amalgama similar al SIP que integrarán Cajastur (Asturias), su filial Banco Liberta -a través del que absorberá Caja Castillla-La Mancha-, Caja Cantabria, Caja Extremadura y la CAM (Valencia), y también al cóctel Banca Cívica, nombre con el que se ha bautizado la fusión fría entre Caja Navarra, Caja Burgos y Caja Canarias. Siguiendo la ruta nacional llegamos a Castilla y León, donde el matrimonio entre Caja España y Caja Duero va para adelante -no sin sobresaltos- para articular un gran músculo financiero, en palabras del presidente autonómico, Juan Vicente Herrera (del PP), quien, no obstante, ha mostrado su malestar por la decisión de las cajas de Ávila y Segovia de unirse al SIP de Caja Madrid.
Bajando al sur, Andalucía. Lo único conseguido, dos pequeñas fusiones. Unicaja y Caja de Jaén por un lado, y Cajasol con Caja de Guadalajara, por otro. Cajasur, intervenida. Caja Granada huyendo. No hay gran caja.