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La guitarra volvió con olor a Romero

el 02 oct 2010 / 11:11 h.

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Teatro Central. El agua encendida. Guitarra: Juan Carlos Romero. Percusión: Tino Di Geraldo. Segunda guitarra: Paco Cruzado. Cante: El Pulga.

Agradezco de corazón que esta Bienal esté resultando tan vacía, sin apenas pellizco, porque, como les dije el otro día, cuando algo me gusta lo siento en el pecho. Es como un dolor placentero, pero dolor al fin y al cabo. Acabo de llegar del mejor concierto de guitarra flamenca -¿he dicho flamenca, no?- que he escuchado en mucho tiempo.

Me refiero al que nos regaló anoche el gran guitarrista y compositor onubense Juan Carlos Romero, que vino a presentarnos a su nuevo vástago discográfico, El agua encendida. Vino y casi pidió permiso para sentarse en la tarima del Central. Es la humildad personificada, cuando no tiene por qué. El de Huelva es uno de nuestros mejores compositores y anoche vino a encender el agua del río grande de Sevilla, donde Tomasito, el hermano de Pastora, enamoraba a los barbos con sus cantes ligaos.

No vino a darnos el camelo cameloncio al que tanto nos estamos acostumbrando en el flamenco, sino a presentarnos su verdad musical. No puede haber verdad sin sinceridad y la nueva obra de Juan Carlos es, sobre todo, de una sinceridad enternecedora, sin efectos facilones, austera de trucos, sencilla, pero con un magnífico trabajo de composición sin caer para nada en eso que se digiere tan pronto, que es de usar y tirar. Y lo más importante de todo es que nos trajo algo nuevo que podría ser tan añejo como el primer bordonazo de Javier Molina o Montoya.Cuando sonaron los primeros acordes acompasados de la soleá, Como un aceite lento, supe enseguida que había venido a partirnos el alma. De gusto, claro.

Sus dedos aún buscaban acomodo en las cuerdas, pero el corazón ya le latía a compás y su sonido se nos empezaba a meter en la piel igual que un rayo de sol atraviesa la niebla. Daban ganas de templarse empapado en vino y cantar pensando en las cuevas del Castillo de Alcalá. ¡Qué acordes tan flamencos y qué armonías tan de la tierra!Y ya fue todo rodado, su impresionante seguiriya a ritmo, despojada de drama mediante un aire fresco y de una elaboración técnica asombrosa; sus veloces bulerías, que me recordaron al mejor Manolo Sanlúcar, que fue testigo anoche del prodigioso concierto; su descriptiva rondeña, que casi nos permitió ver los amaneceres en la sierra malagueña, con el guitarrista solo en el escenario, como mirando el horizonte; su soleá preñada de ritmo y adornada con el quejío chiclanero de El Pulga, cantaor que emociona hasta cuando no canta; y su nana, breve como un suspiro y cantada por la joven y prometedora Carmen Molina.

En el disco la canta su madre, que no es cantaora de oficio, "pero es que yo no quería a una cantaora", dijo Juan Carlos. "Parir es más antiguo que cantar".El artista no sólo tocó muy bien y nos presentó un trabajo de gran calidad flamenca, sino que dijo cosas muy hermosas de Manolo Sanlúcar, al que hizo secarse algunas lágrimas nada tímidas. Él fue quien le dijo, cuando empezaba, que tirara del hilo de su propio ovillo, que es lo que tiene que hacer un maestro y no obligarte al alumno a reproducir sus falsetas como un loro.Homenajeó al gran Paco Toronjo con unos fandangos de su anterior disco, Romero, aromatizando el teatro de aire de Huelva, y se acordó también de Isidro Muñoz, que andaba por allí muriéndose de gusto con las magníficas alegrías.Juan Carlos Romero ha hecho regresar la guitarra flamenca a la Bienal con los adornos justos, con la percusión de Tino di Geraldo, la segunda guitarra de Paco Cruzado, el violín de Alexis Lefèvre, las voces de Mercedes Amador y Carmen Molina y el compás de los Mellis de Huelva. Lo ha hecho desde la humildad y la timidez. No tenía por qué, porque anoche, al menos, le dio un baño de oro a la bajañí.

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