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La hecatombe y las tres patas

Un punto más en dirección a la permanencia, salvo catástrofe mayúscula y aparentemente imposible. Muy bien Rubén Castro, Jefferson Montero y Beñat.

el 10 abr 2012 / 21:17 h.

Jefferson ayuda a defender ante De la Bella.
La realidad del Real Betis y la Real Sociedad, a seis jornadas del final de este tortuoso campeonato que se irá de vacaciones en un mes, es que tendría que acontecer una hecatombe para que alguno de ellos cambiase su plácido discurrir en Primera por el retorno al infierno de la Segunda. La hecatombe consistiría en perder muchos partidos mientras el Zaragoza gana otros tantos y a día de hoy, sinceramente, no da la impresión de que esa malévola carambola sea viable. Así parecieron entenderlo también los dos contendientes en una noche lluviosa, para variar, en San Sebastián. La primera parte, para un espectador imparcial al que no le fuese nada ni con la Real ni con el Betis, fue tan mala, tan apática y tan lejana de la intensidad que se le presume a la lucha por la salvación que podría provocar la sospecha de que el empate fuese el fruto de un acuerdo tácito entre unos y otros. Y eso que hubo un penalti, absurdo, lanzado de manera más absurda incluso. La segunda parte, sin embargo, no es para dar pie a suspicacia.

Después del intermedio aparecieron tres de las patas sobre las que se asienta este proyecto de Betis que, salvo la susodicha hecatombe, habrá asegurado su continuidad en la élite en dos o tres semanas. La primera es la de siempre: Rubén Castro. Trece goles como trece soles para uno de los mejores delanteros españoles de la temporada. La segunda se incorporó a la silla en esta segunda vuelta: Jefferson Montero. Menudo eslalon protagonizó el ecuatoriano para asistir al canario aun siendo agarrado por Illarramendi, cual fuerza imparable de la naturaleza. Cada día que pasa parece más obvio que el Betis debe hacer todo lo posible y más por quedarse con el extremo y ayudarle a seguir creciendo.

La tercera pata es Beñat, vizcaíno ayer en territorio enemigo y sin embargo amigo, así es la extraña relación que une a sus paisanos con los guipuzcoanos, a la hinchada del Athletic con la de la Real Sociedad. Y llegados a este punto no hay más remedio que utilizar uno de esos términos tan espantosos que inventamos los periodistas: la Beñatdependencia. Con él en el campo, el equipo es mejor. Sin él es peor. Qué lástima de físico de un futbolista cuyas condiciones son la antítesis del estereotipo de su tierra natal. Por eso juega en el Betis, claro. Por suerte para el Betis, claro.

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