La herencia de la vida en el campo

La Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio ha editado un doble volumen sobre la arquitectura rural de la provincia de Sevilla, cortijos, haciendas y lagares que mantienen vivo un patrimonio y una forma de vida.

el 20 feb 2010 / 18:58 h.

Cortijos, haciendas y lagares. La provincia de Sevilla conserva un patrimonio rural de primer nivel del que la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio acaba de editar un doble volumen coordinado por Fernando Olmedo en el que, a modo de inventario, da cuenta desde el terreno de una arquitectura rural y de un modo de vida que no sólo mantiene su versión agrícola y ganadera sino también una más lúdica y familiar.


El de Sevilla es el sexto que se edita en Andalucía, y en él se reflejan una serie de particularidades que los diferencian de otras provincias. "Hay un tópico, con un fondo de verdad y es que Sevilla es el sitio donde se hace una arquitectura más señorial. Además, aquí el arco temporal es más amplio: quedan algunos del siglo XVII, bastantes del XVIII, muchos del XIX y algunos del siglo XX", entre estos fincas tan destacadas como Isla Mínima en La Puebla del Río o El Esparragal, de Gerena, apunta Olmedo.

Un número significativo se encuentra en unos 50-60 kilómetros alrededor de la capital, "en la zona donde se puede dar el olivar, de Carmona a Sevilla pasando por Alcalá de Guadaíra y Dos Hermanas; de Utrera a Sevilla, incluyendo Los Palacios; y desde Gerena hasta todo el Aljarafe", y es que era precisamente la influencia de la capital la que dictaba: "la producción cambiaba en función del mercado, por ejemplo, en el siglo XVIII -cuando el Barroco marcó el conocido como modelo clásico- alternaban entre el aceite y el vino", indica el coordinador de la obra.

Además la arquitectura también estaba muy unida a la vida en la ciudad: "la gente que vivía en la capital iba a las haciendas de cacería, con un cierto componente de recreo, aunque no tanto como, por ejemplo, en Inglaterra". Sin embargo, como en los campos ingleses, la riqueza artística de los cortijos es muy destacada. "Incorporan elementos barrocos, renacentistas, regionalistas -parecido al estilo ferroviario-, muy por encima de otras arquitecturas rurales". A ello influyeron que las casas eran encargadas a importantes arquitectos por mercaderes, grandes comerciantes, e incluso la Iglesia.

En cuanto a su funcionamiento, las haciendas eran autosuficientes. Aunque se dedicaran a una única explotación agrícola, la mayoría al olivar, tenían huertos y ganado para autoabastecerse y solían estar al servicio de explotaciones de tamaño medio o pequeño, pero muy productivas. Por contra, el cortijo solía ser la construcción de los grandes latifundios.

Fernando Olmedo destaca entre las edificaciones más interesantes de la provincia la hacienda San Ignacio de Torrequemada, en el término municipal de Gelves pero junto a Bollullos de la Mitación y, por tanto, alejada del río. De los cortijos, "un ejemplo modélico de toda la vida y que se conserva muy bien es el de Alcalá Gobantes de Osuna". La finca Isla Mínima es un fiel ejemplo de la construcción marismeña que hoy se dedica a la ganadería de todo bravo, como en su origen, aunque durante un tiempo lo complementaba con el arroz.

En cuanto a la Sierra Norte, allí abundan los lagares, fruto de su tradición vinícola que en los últimos años tratan de recuperar. "Hay algunos muy importantes, aunque no muy bien conservados, como el Cortijo del Marqués, en Cazalla de la Sierra, que en su mayor parte data del siglo XIX".

Ya más próximo a la capital el de Torre de la Reina, en Guillena, "fue una casa-fuerte en el siglo XIII y se reconvierte en cortijo, lo que da una idea de la pervivencia de este tipo de arquitectura desde la época medieval", señala Olmedo.

En los libros se destacan también ejemplos curiosos, como el del señorío de la Hacienda del Corzo, en Carmona. En 1578 la finca fue comprada por Juan Antonio Corzo, mercader de origen genovés enriquecido en la Carrera de Indias. El edificio, una doble loggia de espíritu renacentista italiano y construcción mudéjar, está fechado en el siglo XVI. También parecen ser nobles y comerciantes los que mandaron construir la hacienda Benazuza y el Cadoso, en Carmona.

Uno de los elementos característicos de las haciendas y cortijos de la provincia de Sevilla son las puertas que dan acceso y que cuentan con cierta generosidad en los temas decorativos. Aunque no todas lo tienen, una de las mejores, de estilo barroco en el campo andaluz, es la de la Hacienda del Rosario, situada en el término municipal de Sevilla, frente a Torreblanca "que como, por ejemplo La Red, son nombres de antiguas fincas que rodeaban a la capital".

La publicación refleja otros tipos de puertas, como también los hay de espadañas, que "era el reloj público, con el que avisaban a la gente que estaba en el campo", tanto para empezar como para concluir su jornada.

En la actualidad, aproximadamente el 50% de las edificaciones analizadas -2.092 explotaciones, con especial atención a los 351 ejemplos más valiosos y entre éstos, divididos en dos niveles por su interés se han destacado 149-, siguen manteniendo su ocupación agroganadera, mientras que la otra mitad se divide entre las que están dedicadas a la hostelería y hoteles -y para celebraciones de bodas, bautizos y comuniones, un elemento que no se suele dar en el resto de Andalucía-, y las que no tienen ningún uso, muchas de las cuales las conserva la propia familia propietaria para su ocio.

Por cantidad, Carmona es el término municipal que cuenta con un mayor número de edificaciones de interés, con 55 -27 de nivel 1- y es que, desde tiempo inmemorial el entorno de Carmona ha sido granero y despensa de buena parte de la provincia, además de contar con una burguesía que no sólo enriqueció sus campos sino también su casco urbano con casas señoriales. A ésta le siguen Alcalá de Guadaíra, con 30, Écija, con 28, Cazalla de la Sierra, con 23, Osuna, con 20 y Dos Hermanas con 18. En cuanto a la totalidad de edificaciones, no sólo las destacadas, del total de 2.092 censadas en la provincia es el término municipal de Écija, con 286, el que está a la cabeza -con muchas casi perdidas, sobre todos molinos de aceite-, seguido de Carmona, con 155, y Utrera con 124.

Para llevar a cabo este estudio tan pormenorizado han trabajado durante dos años y medio -aunque repartidos por temporadas, como la vida en el campo, ya que tanto las lluvias como el intenso calor dificultaba la labor- tres grupos en la provincia formados por un historiador y un arquitecto, que visitaban cada hacienda, y posteriormente varios fotógrafos para completar esta publicación de calidad. La provincia fue dividida en tres zonas: Sierra Norte hasta el río, Alcores, Aljarafe y Marisma, y Campiña hasta Sierra Sur.

El coordinador de la obra destaca la facilidad que han encontrado para realizar su trabajo: "nos ha llamado la atención porque pensábamos que iban a tener dificultades para acceder a las haciendas y ha sido todo lo contrario, propietarios y encargados estaban muy interesados en enseñarlas y en mantenerlas". Y es que en los últimos años, tras décadas de casi abandono, se ha producido una corriente de "reconcienciación y revalorización de estos edificios". A ello han contribuido también casos como la hacienda Benazuza, en Sanlúcar la Mayor, o El Esparragal, que se han convertido en establecimientos importantes y han atraído a la gente hasta este tipo de edificios. También "han salido publicaciones y asociaciones los últimos años que se dedican a cuidar el paisaje relacionado con haciendas, que no haya naves industriales, con conciencia para que no se pierda la arquitectura rural".

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