Pepe Mel dijo el lunes que su meta "en un futuro cercano" es que el Betis sea un equipo importante en España y también en Europa. La declaración de intenciones está muy bien y demuestra la ambición del madrileño, que después tuvo el sentido común de apostillar que ese futuro no es el año que viene. Lo curioso es que la historia avala esos sueños continentales. La mitad de los ascensos verdiblancos hasta ahora , cinco de diez, se saldaron con excelentes campañas y un Betis entre los seis primeros, lo cual no está nada mal para un recién ascendido.
Los dos últimos ascensos del Betis son un aval perfecto para la ambición de Mel. Tras subir en la 93-94, el Betis de Lorenzo Serra Ferrer acabó tercero en la 94-95, delante incluso del Barcelona, y se ganó una plaza en la Copa de la UEFA 95-96, en la que eliminó al Fenerbahçe y al Kaiserslautern y cayó con el Girondins de Zidane en octavos de final. Esa tercera plaza es la mejor actuación de un recién ascendido en la historia de la Liga (también lo hizo el Sevilla en la 69-70). Y tras ascender en la 00-01 de la mano de Luis del Sol y Paco Chaparro, el Betis de Juande Ramos sorprendió a todos en la 01-02, acabó sexto (a cinco puntos de la Champions) y logró un puesto en la UEFA 02-03, en la que dijo adiós frente al Auxerre en dieciseisavos tras superar al Zimbru Chisinau y el Viktoria Zizkov.
El Betis también acabó arriba en otras campañas en las que esas posiciones no daban derecho a viajar a Europa, por ejemplo en la 58-59, en la que el equipo de Antonio Barrios fue sexto y a cuatro puntos del tercero, o en la 79-80, en la que la escuadra de Luis Cid Carriega fue quinta, a un triunfo del primer conjunto en Europa, el Barcelona.
Los años posteriores a un ascenso también incluyen tres descensos fulminantes. Les ocurrió al Betis de Francisco Gómez Baraga en la 42-43 (colista); al de César Rodríguez, Valera y Sabino Barinaga en la 67-68 (penúltimo, delante del Sevilla); y al de Julio Cardeñosa, José Luis Romero y José Ramón Esnaola en la 90-91, también como colista.