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La ilusión del aquel niño de la calle Regina

Carlos Colón relata sus vivencias y pide a los padres que alimenten la magia del 5 de enero

el 27 dic 2012 / 23:03 h.

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Carlos Colón invitó ayer a los sevillanos a "no cerrar las puertas de la memoria de la Navidad" y a "no encerrar al niño que fuimos". Lo hizo en el XXXI Pregón de la Cabalgata de Reyes del Ateneo de Sevilla, un texto de gran sabor sevillano, muy cinematográfico y macareno de principio a fin. Un abarrotado Paraninfo de la Universidad siguió atentamente cada una de las secuencias que empleó para anunciar "la noche más niña de Sevilla".

Para ello sólo tuvo que ahondar en los recuerdos de "la maleta de cuadros escoceses verdes y negros" de su niñez, en aquellos viajes que realizaba de Tánger a Sevilla al llegar las fiestas. A golpe de fotograma fue proyectando en su pregón aquellas navidades en Regina y el entorno de la Encarnación. Eso sí, antes de que "se alzara la vergüenza de las setas", añorando pues "la geografía" de sus Reyes, que olía a "alhucema de la Casa de las Especias" y sabía a "polvorones de Casa Sosa".

Era la Navidad del estreno de Ben Hur, "a 36 pesetas la entrada y 30 las matinales infantiles de los festivos", la de Peter Pan o Mery Poppins desembarcando en el desaparecido cine Imperial. Un mundo que, según aseguró, vive en él "por el poder del Niño que nos ha nacido y que los Magos adoran". Tienda a tienta, juguete a juguete, anuncio por anuncio fue recorriendo la ciudad de los años 50 y principios de los 60 para demostrar que, pese al paso del tiempo, "todas las navidades, todas las cabalgatas y todas las mañanas de Reyes son distintas e iguales, otra y la misma".

Precisamente, el periodista y escritor hizo un llamamiento a "no cerrar las puertas de la memoria de la Navidad" y a acoger sus recuerdos, parafraseando al Dickens de los viejos tomos de Aguilar que le regalaron sus padres. Encomendó, pues, a los adultos la tarea de que nunca se apague la alegría de la noche del 5 de enero: "Ayudar a los niños a vivirla con ilusión. La verdad de los Reyes es más hermosa que la magia de su leyenda".

En este sentido, insistió en mantener la pureza de la fiesta para "no caer en el error primero" de creer que no son reales: "Los Reyes existen como el amor de los padres", defendió, al tiempo que reiteró que se transmitiera "esta verdad" a los más pequeños de la casa.

Propuso además enseñarles "a no echar cuenta del valor, sino del amor". Una lección "siempre útil, más en estos tiempos tan duros", en clara alusión a la actual crisis económica. Aquí Colón recordó que una mañana de Reyes no tuvo regalos "porque los camellos de los Magos se habían puesto malos". La enfermedad era que el diario España de Tánger, en el que trabajaba su padre, había retrasado sus pagos:"Se curaron al poco y llegaron mis regalos", añadió rápidamente arrancando las sonrisas del respetable. No menos entrañable resultó el relato del "dinerillo" que su abuela María le daba, llamándole "a su cuartito, para que los demás no vieran el billete de veinte duros que durante meses había ahorrado".

Como pregonero de la Semana Santa que ha sido -dio el de 1996-, no pudo evitar mencionar a las cofradías, en especial a la devoción que emana del Arco. Precisamente, la Virgen de la Esperanza fue testigo del encargo de este pregón por parte de otro macareno, el ateneísta Miguel Cruz Giráldez, quien lo presentó en el atril. "Estaba el águila del trono justo bajo el dintel [...] danzaban las plumas blancas ante el palio encendido e impaciente de la Esperanza [...] En ese momento de gloria, un nazareno se dirigió a otro para decirle casi a gritos [...] ¿Qué podía decirle? Qué sí, naturalmente [...] Y aquí estamos, bendito sea el Dios que hace tres días parió la Macarena y pronto será adorado en la sevillana Epifanía de San Lorenzo". Otra referencia cofrade fue al citar a Baltasar como "el quinto negro del más popular quinteto de negros sevillanos", entre los que nombró los que van sobre los pasos de misterio de San Benito y San Gonzalo. Ello levantó un aplauso, el único durante el pregón.

En la recta final llegaron las risas. Fue cuando pidió al doctor Alfonso Carmona (Melchor) que "provocar más sonrisas de las que haya visto"; a José Luis Escañuela (Gaspar) que tuviera "un brazo izquierdo como el de Nadal para lanzar caramelos como si la Florida fuera Roland Garros" y al torero Eduardo Dávila Miura (Baltasar) que pensara "en el día de su alternativa cuando lo embetunen". Para concluir con un contundente "¡Sevillanos, echaos a la calle. Holanda ya se ve!"

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