Local

La Junta Militar birmana recluye a los refugiados como a presos

El ciclón Nargis ha puesto al descubierto la peor cara del régimen dictatorial de Birmania. Prueba de ello es que se está tratando a los refugiados como reclusos, sin posibilidad de salir para buscar a sus familiares de los campos en los que están recluidos. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 04:40 h.

TAGS:

El ciclón Nargis ha puesto al descubierto la peor cara del régimen dictatorial de Birmania. Prueba de ello es que se está tratando a los refugiados como reclusos, sin posibilidad de salir para buscar a sus familiares de los campos en los que están recluidos. Mientras, el primer avión de EEUU con ayuda humanitaria pisó suelo birmano.

Ser víctima en Birmania es como ser un prisionero. Al menos eso rebelaron ayer fuentes de la disidencia y algunos testigos, que explicaron que los refugiados están vestidos con ropa similar a la carcelaria y un número de registro que deben mostrar siempre, y sólo pueden ser visitados por un miembro de la familia que así lo acredite con un documento oficial.

Los encuentros deben celebrarse en una sala especial, bajo la atenta mirada de un agente de los servicios de inteligencia. Tal es el punto de control de la Junta Militar Birmana, que lleva 46 años en el poder, que cualquier paquete de comida se debe entregar a las autoridades del campo de refugiados, ya que sus jefes obligan a las aldeas cercanas a hacerles "donaciones voluntarias" de agua potable, arroz, mantas o ropa.

Pero ahí no queda todo. Según organizaciones de ayuda humanitaria, el Ejército birmano distribuye a su antojo y con improvisación la poca ayuda destinada a aliviar la catástrofe humanitaria causada por el ciclón Nargis. Y todo ello porque las autoridades prohíben la entrada de cooperantes extranjeros.

A lo largo del sendero que cruza las aldeas azotadas hace más de una semana por el ciclón, grupos de mujeres y niños levantan al paso de cada vehículo largas cañas de bambú con pancartas hechas con pedazos de tela y en las que escriben en birmano mensajes tan claros como "Necesitamos urgentemente comida y ropa".

En otros puntos esparcidos del trayecto, entre chozas dañadas o destruidas, cientos de personas hacen cola para recibir la bolsa con un kilo de arroz o el medio litro de aceite para cocinar que reparten los soldados. "Aquí hay mucha hambre y nadie nos ayuda", indicó indignada una mujer que buscó cobijo junto a otras multitudes de personas en los edificios casi derruidos que circundan la pagoda de Kha Mhu.

Unos pocos kilómetros al sur del templo, los militares guardan en una nave de su cuartel sacos de arroz, que pueden verse a través de los boquetes de la pared, y en el exterior cargan unos cuantos en un pequeño camión que, según dicen los vecinos, "van destinados a los suyos". "Es comida para los funcionarios y el Ejército, a nosotros que somos kayin no nos dan", protesta Zaw, un agricultor que, como la mitad de los habitantes de la zona, pertenece a esta etnia, que disolvió su guerrilla hace una década tras pactar una tregua.

Más muertes. La Junta Militar birmana elevó ayer el número de víctimas del ciclón en más de 5.000 personas, mientras la ayuda internacional por fin comienza a llegar de manera fluida a los damnificados. El diario Nueva Luz de Myanmar, que el régimen emplea para difundir sus mensajes, informó ayer de 31.938 muertes y 29.770 desaparecidos.

Sin embargo, Oxfam Internacional asegura que hay más de cien mil muertos y auguró que la cifra podría multiplicarse por 15 en las próximas semanas si los afectados no reciben agua potable y atención médica. El último informe de la ONU habla de entre 63.000 y 102.000 muertos y más de 220.000 desaparecidos.

  • 1