Local

La 'Kulturhuset' de Estocolmo

E n pleno corazón de Estocolmo, sintiéndose protagonista y querida, se yergue orgullosa la Casa de la Cultura de la ciudad. Es increíble, la Kulturhuset es un inmenso edificio de cinco plantas rodeado de centros comerciales y un bullicioso ir y venir de transeúntes...

el 15 sep 2009 / 11:41 h.

E n pleno corazón de Estocolmo, sintiéndose protagonista y querida, se yergue orgullosa la Casa de la Cultura de la ciudad. Es increíble, la Kulturhuset es un inmenso edificio de cinco plantas rodeado de centros comerciales y un bullicioso ir y venir de transeúntes, un lugar amplísimo que rebosa vida y por el que pasan miles de personas al día con naturalidad.

Ciudadanos que toman un café mientras esperan para entrar en el teatro, jóvenes que curiosean en una exposición, mayores que quedan para jugar al ajedrez o van a comer a algunos de sus panorámicos restaurantes acristalados. Todo con normalidad, sin darle importancia, convirtiendo la cultura en un hecho usual y asequible que pasa desapercibido como pasa desapercibido el orden exacto o la temperatura ideal.

Sinceramente, no se puede culturizar mejor el espacio público. Los gestores suecos se preocupan de ilustrar a sus ciudadanos de verdad, con pedagogía y entretenimiento, dedicando dinero e imaginación a los proyectos y procurando atrapar la atención de toda la familia sin menoscabar sus rutinas, seduciendo su tiempo libre con una atractiva oferta con la que tropiezan a cada paso.

Introspectivo, mientras devoraba con apetencia la completa muestra fotográfica de Gunnar Smolianski que podía verse en el último piso, pensaba con tristeza en la ridícula sede que ha abierto el CAF en Cádiz, un espacio -anunciado a bombo y platillo en los medios por su director, Pablo Juliá-, que no es más que el descansillo de una escalera reaprovechado. Aquello me dio vergüenza ajena. Fui con ganas a disfrutar las imágenes de Pérez Siquier días antes de viajar a Estocolmo, y me encontré un sitio mínimo y desvencijado.

Qué frivolidad, qué desatino, qué absurdo. Ni la grandeza del fotógrafo almeriense ni el más desinteresado de los visitantes se merecen un despropósito así.

Y lo peor, lo más triste, es que encima estos responsables politizados que montan semejantes parafernalias huecas, se piensan orgullosos que trabajan por el beneficio del pueblo.

  • 1