La pistola con la que mataron al celador Gaspar García y las usadas en los tiroteos ocurridos poco antes en El Vacie, y poco después a las puertas del Virgen del Rocío, tenían algo en común: quienes las usaron se surtían en talleres clandestinos que arreglaban armas inutilizadas.
Desarticular una red de tráfico ilegal, como ha ocurrido este mes con la que compraba por internet armas inutilizadas y las arreglaba en una chabola del Vacie para venderlas en el mercado negro, no es el capítulo final de la película. La Policía seguirá encontrándose durante años esas pistolas en los tiroteos.
"Es fundamental que se ataje cuanto antes la venta de esas armas, porque rehabilitarlas es más fácil de lo que parece. Aunque cojamos algunas, muchas otras ya se han vendido a delincuentes y seguirán circulando durante años", alerta el inspector Borja, jefe del Grupo de Atracos de la Policía sevillana.
"Siempre se había temido que entraran armas de los países del Este o de Portugal, pero desde hace unos años el tráfico ilegal se produce dentro de España aprovechando el resquicio legal de la venta a coleccionistas", se queja. Se compran por internet, a nombre de otras personas, y nadie sabe si un mismo individuo acumula docenas. Y aunque la Guardia Civil haya reforzado el control, es difícil saber si alguien que tiene una pistola con el cañón agujereado contacta con otra que le puede conseguir esa pieza. Por no hablar de cuando el arma se inutiliza de forma chapucera. Y ya puestos a manipularlas, armas de caza que sólo permiten tres disparos puede perder el limitador y convertirse en armas de repetición, en ametralladoras.
Cierto es que no suelen caer en manos de jóvenes atracadores: son patrimonio de delincuentes de nivel. "Se usan para defensa, las tienen los traficantes, grandes delincuentes que se pueden permitir pagarlas". Si en una armería una pistola como las cinco Glock incautadas en El Vacie vale 800 euros, en el mercado negro se paga el triple.
Por eso luego afloran en las situaciones más terribles, en los ajustes de cuentas, robos entre bandas, venganzas... Las armas de los asesinatos más brutales de los últimos años tienen un nexo común: su relación con otro taller clandestino desarticulado en Alcalá de Guadaíra en 2004, que funcionaba igual que el del Vacie, aunque con más pulcritud: un antiguo mecánico de motos reparaba con minuciosidad el material inutilizado que compraba en una armería de Camas, que fue acusada de colaborar en la trama.
Dos años después se detuvo en El Vacie a los autores de la muerte a tiros de un jefe de Policía de Portugal. En los registros se encontraron varias armas que procedían de ese taller. Tras la detención, en el poblado chabolista hubo acusaciones de haber dado el chivatazo; saltaban chispas y una familia fue realojada en el albergue de la Junta. A sus puertas, días después, un miembro de esa familia acribilló al celador del Virgen del Rocío Gaspar García. El asesino, Ricardo Suárez, condenado a 17 años y medio de cárcel, alegó que le confundió con alguien del clan rival. Aunque la pistola no se localizó, sí se hallaron otras que habían sido reparadas en el taller desarticulado en 2004.
Al mes, otro tiroteo acabó con la vida de un joven y dejó malherida a una mujer a las puertas del Virgen del Rocío. Entre el autor de los disparos y los asesinos del policía portugués había vínculos familiares. Tras esos dos meses terribles, el delegado del Gobierno, López Garzón, abogó por reforzar el control de las armerías. Pocos entendieron que se había dado con el agujero por el que las armas caían al mercado negro. El jefe superior de Policía, Enrique Álvarez Riestra, ha redundado en eso del control hace poco.
Y el jefe de Atracos insiste: es urgente remediarlo. En Sevilla cayeron dos importantes redes en 2007, y ahora la del Vacie. Pero las armas vendidas siguen por ahí.
