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La lengua común de todos

Al traducir Las mil y una noches, el sevillano Rafael Cansinos-Assens incluyó la siguiente dedicatoria: "Al noble pueblo árabe, que dio a Las mil y una noches lo que un padre da a sus hijos: sangre, nombre y lengua".

el 15 sep 2009 / 07:28 h.

Al traducir Las mil y una noches, el sevillano Rafael Cansinos-Assens incluyó la siguiente dedicatoria: "Al noble pueblo árabe, que dio a Las mil y una noches lo que un padre da a sus hijos: sangre, nombre y lengua". La lengua constituye una seña de identidad, como la sangre y el nombre, pero posee una naturaleza diferente: es el vehículo perfecto para conocer otras culturas; y conocer otras culturas resulta esencial para mejorar la propia. Entender esto resultó clave en los albores del mundo occidental. En un momento dado, unos pocos griegos empezaron a viajar no ya para comerciar con otras gentes o declararles la guerra, sino sólo para observar. Estos viajeros estaban interesados en conocer las ciudades, sus monumentos, sus templos, las formas de vida de sus habitantes, sus costumbres y leyes, sus gobernantes. Herodoto cuenta que Solón viajaba sólo "por el afán de ver". La madurez de espíritu que adquirió al mezclar elementos de culturas extrañas con los propios de su tierra causó una impresión tan honda entre sus contemporáneos, que acabaron considerándole uno de los siete sabios -que, por supuesto, no eran siete-. Otros helenos, ávidos de aventura y conocimiento, siguieron sus pasos e incorporaron saberes experimentales de distinta índole. Las ventajas prácticas se hicieron rápidamente palpables y posibilitaron la aparición de disciplinas teóricas como la filosofía. En todo este proceso, conocer las lenguas de los otros pueblos se reveló fundamental. No es necesario saber saludar a las estrellas en veintiocho lenguas distintas, como era el caso de Cansinos-Assens, pero sí está claro que mientras más de ellas seamos capaces de comprender, mejor. Por eso me adhiero al Manifiesto por la Lengua Común, porque entendemos que defiende el derecho de muchas personas a conocer nuestra lengua, el castellano, y a la rica cultura creada en torno a ella. Por encima del arcaísmo cautivo del sentimiento tribal, preferiremos siempre el espíritu libre y nómada que construyó Occidente.

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