Cofradías

La lluvia desbarató el final de una jornada psicótica, para olvidar

La lluvia sorprendió a seis cofradías en la calle. Los Panaderos abortó su salida una vez en Campana H Sed, San Bernardo y Buen Fin no arriesgaron.

el 28 mar 2013 / 00:43 h.

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Hermandad de la Lanzada. / J. M. Espino (Atese) Hermandad de la Lanzada. / J. M. Espino (Atese) Un Miércoles Santo psicótico. Vencido por los pronósticos, primero, renacido de sus cenizas, después, y herido de gravedad en su final. Sólo cinco cofradías cumplieron su estación de penitencia, aunque con más de un sobresalto lluvioso. El resto, sencillamente, para olvidar. Casi como en una sucesión de un nefasto Martes Santo, el día arrancaba de la peor de las maneras. Primero la hermandad de La Sed y más tarde la de San Bernardo acordaban suspender sus estaciones de penitencia, privando a la jornada de las mejores esencias de barrio. En Nervión, su hermano mayor, Francisco Javier Escudero, comunicaba poco después del mediodía a sus hermanos que las previsiones no ofrecían garantías para realizar una estación de penitencia digna. “El Señor nos está invitando a pensar en el Miércoles Santo de cada día”. Y casi dos horas después su homólogo en San Bernardo, José María Lobo, oficializaba con un nudo en la garganta la decisión de la junta de suspender la estación, rogando encarecidamente a sus hermanos que no deambularan alrededor del barrio vistiendo el hábito nazareno. Y cuando parecía que el día se introducía en un peligroso tobogán hacia el vacío más absoluto, la hermandad del Carmen Doloroso, en una soprendente decisión, decidió jugársela. A su hermano mayor, Antonio Saldaña, le traicionó el subconsciente (o no): “Las cofradías crecen en la calle”, defendió mientras apuraba la prórroga de una hora solicitada al Consejo para adoptar una decisión. En su séptima estación de penitencia a la Catedral, desafiando los adversos pronósticos que mantenían un riesgo de chubascos dispersos del 80% hasta las siete de la tarde, la corporación carmelita echó la moneda al aire... y le salió cara. Como a la antigua usanza, “sólo una cantidad de agua importante” en el momento de abrir las puertas de Omnium Sanctorum haría rectificar los planes de la hermandad. Había ganas de estrenar ese nuevo itinerario por el bulevar de la Alameda, un recorrido trazado para buscar público abundante en un ámbito más abierto. Con el sol proyectándose sobre la cal de la fachada de la parroquia, el cortejo puso rumbo finalmente a la Catedral al filo de las 16.25 horas, una hora y cuarenta minutos después de su horario oficial de salida. Al fin una cofradía de la calle Feria ponía su Cruz de Guía en la calle en esta Semana Santa. Había cierta incertidumbre por conocer hasta dónde podría llegar esta arriesgada aventura de los nazarenos de escapulario carmelita. Los meteorólogos seguían insistiendo en la persistencia de varios frentes nubosos cercando a la capital. A la misma hora en que el Carmen Doloroso atravesaba la Alameda, en el convento de San Antonio de Padua se oficializaba la peor de las noticias. La hermandad del Buen Fin ni siquiera recurrió al comodín de la moratoria para suspender su estación. Los partes que manejó la corporación franciscana alertaban de un “alto riesgo” de lluvia a las siete de la tarde y a las once de la noche. Una auténtica pena: el Crucificado lucía potencias después de seis décadas, y la Virgen de la Palma Coronada, desde ayer con presencia en el callejero de la ciudad, estrenaba un tocado de punta de mantilla de seda española del XIX con la que se quiso hacer un guiño a la manera de acicalar a la Virgen de su antiguo vestidor Antonio Fernández. La asombrosa valentía del Carmen Doloroso terminó contagiando al resto de cofradías. Llovía en Utrera, también en Dos Hermanas, en Alcalá, en Salteras, en Albaida y en otras poblaciones del cinturón metropolitano. Milagrosamente, los distintos frentes nubosos pasaban rozando la capital sin llegar a afectarla. La tarde-noche comenzaba a recomponerse. La Lanzada primero, y después el Baratillo, el Cristo de Burgos, las Siete Palabras y los Panaderos también decidían desafiar los partes meteorológicos y poner rumbo a la Catedral. Aun sin un tercio de sus cortejos en la calle, el Miércoles Santo parecía recobrar el pulso de sus cofradías. El vacío abierto en Carrera Oficial tras el paso del Carmen Doloroso se encargó de cubrirlo, en primer lugar, la hermandad de La Lanzada. Los elegantes nazarenos de la cofradía de San Martín se echaron a la calle con una hora de retraso sobre su horario oficial de salida. En un intento de recuperar parte del tiempo perdido, el cortejo acortó su recorrido de ida, prescindiendo de su tránsito por la Alameda de Hércules, y discurriendo en su lugar por las calles Cervantes, plaza de San Andrés, García Tassara, Amor de Dios y San Miguel. Elegantísimos los andares del misterio neogótico de San Martín en la Campana, siempre de frente. Desde la calle Sierpes y hasta la Avenida, el palio de la Virgen del Buen Fin discurrió exclusivamente con marchas del compositor Pedro Morales. Al palio de La Lanzada le siguió la marea azul de los nazarenos del Baratillo. Pocas cofradías podrán presumir de incrementar en 107 efectivos sus filas nazarenas en un año de crisis. Casi 1.550 acompañaron ayer a los dos pasos de la cofradía baratillera. Llegó luego el turno del Cristo de Burgos, con el alcalde de la ciudad castellana, Javier Lacalle, presidiendo el paso del Crucificado. Y cuando todo parecía apuntar a un lucido rus final, al filo de las 22.30 horas, una inoportuna lluvia, justo cuando la Virgen de la Cabeza transitaba por la calle central de la Campana, zamarreaba de nuevo a toda la jornada. Los Panaderos decidía sobre la marcha regresar a su capilla por la calle Martín Villa, pero en lugar de cubrir este trayecto de forma apresurada, como mandaba la situación, el olivo de la calle Orfila se recreó en la Campana con una incomprensible sucesión de marchas. La lluvia sorprendió a La Lanzada regresando por Cuna en su intento de continuar por Orfila, lo que derivó en un conflicto de intereses entre la cofradía de San Martín, que buscaba presurosa el regreso a su templo, y la de Los Panaderos que, ajena al parón que sufría su compañera de día, se ensimismaba en este surrealista paseo de vuelta hacia su capilla. El público congregado en la zona, en una reacción insólita en la Semana Santa sevillana, decidió abuchear esta inexplicable falta de solidaridad de Los Panaderos, que promete hacer correr muchos ríos de tinta después de Semana Santa. Todas las cofradías regresaron entonces apresuradamente a sus templos improvisando recorridos más breves. Este mismo chaparrón rompió en dos a la cofradía del Baratillo, con el paso de la Piedad buscando el Arco del Postigo, y los tramos de nazarenos del palio regresando sobre sus pasos a la Catedral, en cuyo interior aún se encontraba el paso de la Caridad. Cuando cesó la lluvia, el palio retornó al Arenal directamente por la calle Arfe y Arco del Postigo. Superado el tapón del cruce de Cuna a Orfila, La Lanzada buscó el regreso a San Martín por la calle Santa María de Gracia, mientras que la hermandad del Cristo de Burgos prescindió de su tránsito por la calle Alcaicería para continuar por la Cuesta del Rosario para buscar la Alfalfa. Las Siete Palabras, por su parte, también aligeró su regreso a San Vicente. Aunque la lluvia caída no fue nada abundante, lo cierto es que el Miércoles Santo se vio condicionado de principio a fin por la adversa climatología.

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