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La lluvia pidió la venia

el 15 sep 2009 / 02:01 h.

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Persiste el maleficio de concatenar Semanas Santas acuosas. La de 2008 será una más que sumar a la mala racha iniciada en 2002. Las primeras lluvias de la semana hicieron ayer saltar por los aires la nómina del Miércoles Santo. El tiempo nos dejó ayunos de cofradías. Se repitió la amarga experiencia de 2005.

La única hermandad que intentó desafiar los aciagos pronósticos que cantaban los mapas fue la de La Sed. Aun a sabiendas de que el día se presentaba "muy complicado" y de que la cofradía podría "verse afectada por algún chubasco" durante su recorrido -como advirtió el hermano mayor, Francisco Javier Escudero-, la nueva junta de gobierno de la cofradía de Nervión acordaba por unanimidad iniciar la estación de penitencia, una decisión arriesgada que era recibida por los hermanos en el interior de la parroquia de la Concepción con una sonora ovación. La Cruz de Guía, con casi veinte minutos de retraso sobre el horario oficial de salida, fijado a las 12.00 horas, se echaba a la calle acompañada por una ligera llovizna y entre un paisaje de tímidos paraguas. Un rayo de esperanza se abría en Nervión.

Sin embargo, todo fue un espejismo. Algunos minutos después, cuando la cabeza del cortejo se acercaba al Hospital de San Juan de Dios, los nazarenos de los primeros tramos de Cristo regresaban sobre sus pasos con las insignias protegidas por plásticos bajo una lluvia persistente. El paso del Crucificado apenas había avanzado unos metros en el altar mayor. Se frustraba de esta forma una triste y corta estación de penitencia. Un abrumado hermano mayor se dirigía entonces por megafonía a los hermanos para asumir toda la responsabilidad: "Os pido perdón si en algún momento algunas de las decisiones han sido más o menos acertadas". A la nueva junta de La Sed le pudo más el corazón.

La de Nervión fue la primera de una larga cascada de decepciones. Hasta nueve, tantas como hermandades. El siguiente varapalo llegaría desde San Bernardo. Al filo de las dos de la tarde, el hermano mayor de la cofradía de los toreros, Antonio Rodríguez Hidalgo, se ataba los machos para anunciar a sus hermanos tan dolorosa decisión: "Todo el que haya mirado al cielo sabrá que se nos impone la prudencia, la cordura y hay momentos que no valen las razones del corazón". Las demoledoras predicciones meteorológicas no dejaban a esa hora el más mínimo resquicio a la esperanza: el riesgo de precipitaciones era del 80% hasta las ocho de la tarde y del 60% hasta las doce de la noche. El anuncio del hermano mayor de San Bernardo fue recibido con una cerrada ovación de resignación. "El Señor no lo ha querido, pues respetemos su voluntad". Una oración a las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo suplió a la salida penitencial.

La tercera hermandad en ver truncadas sus ilusiones fue la del Carmen Doloroso. La joven cofradía que el año pasado estrenaba su paso por Campana, ayer conocía por primera vez los sinsabores de la suspensión de una estación de penitencia. Poco después de la tres de la tarde, con la voz entrecortada por la emoción, el hermano mayor de la cofradía carmelita, Antonio Saldaña, trasladaba a sus hermanos la decisión unánime del cabildo de oficiales: "No es momento de tragedia ni de drama. Nos ha tocado este año. Mala suerte. Tenemos un gran patrimonio que es la juventud y toda la vida por delante para disfrutar de muchos Miércoles Santos". Con los sollozos de la parroquia de Omnium Sanctorum de fondo, Antonio Saldaña prometía a sus hermanos alegrías por partida doble para 2009: "Espero convertir las lágrimas de pena de hoy en alegría el año que viene con la salida de la Virgen del Carmen", de cuya bendición se cumplirá el año próximo el 25 aniversario.

Los años de celebraciones no se le dan bien al Buen Fin. En 2005, año de la coronación de la Virgen de la Palma, la lluvia impidió la salida de la cofradía, amarga experiencia que se volvió a repetir ayer, apenas 40 días después de que el Cristo del Buen Fin haya presidido el Viacrucis de las Cofradías de la presente Cuaresma. Pasadas las cinco de la tarde, el hermano mayor, Carlos Bourrellier, confirmaba la peor de las noticias. Las palabras de consuelo llegaron en este caso por boca del Definidor General de la Orden Franciscana, el gallego José Rodríguez Carballo, llegado desde Roma en una histórica visita para acompañar a la hermandad en la estación de penitencia: "De franciscano a franciscanos les invito a acoger lo que nos viene del Señor como un regalo, como un don. Queremos ver en la lluvia una bendición que el Señor regala a esta tierra".

La siguiente desventura tomó cuerpo en la calle Adriano. El cabildo de oficiales, después de varios encuentros preliminares, se reunía a las cinco de la tarde para adoptar una decisión definitiva. Minutos después, el hermano mayor baratillero, Ignacio José Pérez Franco, comunicaba por megafonía a sus hermanos la suspensión de la estación de penitencia. El monte de rosas rojas que por primera vez en la historia alfombraba el Calvario de la Virgen de la Piedad no recibió la caricia de la brisa del barrio del Arenal. Fue una tarde de largas colas en la calle Adriano para contemplar los pasos.

En torno a las seis de la tarde era la hermandad de La Lanzada la que agotaba toda esperanza. Ignacio Respaldiza, hermano mayor, parecía autoinculparse de la desdicha: "Parece que soy un poquito gafe. Ya son dos años", en los que durante su mandato la cofradía se queda en casa.

A lo largo de la tarde, y a pesar de que se abrían claros cada vez más prolongados, las malas noticias seguían sucediéndose. Pasadas las siete y media de la tarde, la plaza de San Pedro empezaba a despoblarse. La cofradía del Cristo de Burgos tampoco saldría. El riesgo de lluvias intermitentes persistía en un porcentaje cercano al 80%. Las últimas esperanzas se depositaban a esa hora en San Vicente y en la calle Orfila. Pero fue en vano.

A las ocho y veinte de la tarde se diluía cualquier esperanza en Las Siete Palabras. "El riesgo es mucho mayor que el beneficio que pudiéramos tener todos", comentaba emocionado a sus hermanos el máximo responsable de la corporación de San Vicente, Antonio Sánchez. Las marchas de la banda de cornetas y tambores de la Expiración de Morón sirvieron de lenitivo a la pena.

Se esperaba el milagro en la calle Orfila, donde la junta de gobierno de Los Panaderos agotó hasta la última oportunidad. Al filo de las nueve y media de la noche -no llovía casi desde las siete de la tarde- se consumó el drama. La lluvia robó a los sevillanos un esperado Miércoles Santo. Será otro año.

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