Menú
Local

La mala suerte de Santa Catalina

La Santa Catalina de carne y hueso probablemente no existió; puede, incluso que sea la cara oscura de Hypatias, una pensadora neoplatónica, muerta a manos de una turba de cristianos enfurecidos. Pero la iglesia de Santa Catalina de Sevilla si existe y no es solamente un edificio venerable: es también un palimpsesto de raro ábside lateral de arcadas de herradura...

el 15 sep 2009 / 11:19 h.

La Santa Catalina de carne y hueso probablemente no existió; puede, incluso que sea la cara oscura de Hypatias, una pensadora neoplatónica, muerta a manos de una turba de cristianos enfurecidos. Pero la iglesia de Santa Catalina de Sevilla si existe y no es solamente un edificio venerable: es también un palimpsesto de raro ábside lateral de arcadas de herradura, una estampa exótica desde la esquina del convento de San Ildefonso, un zigurat en la cúpula de su camarín, una vuelta soberbia del paso de misterio de San Benito, una frontera invisible, el primer Monumento Nacional oficial que tuvo Sevilla, ?; en fin, Santa Catalina es muchas cosas, bastante más que El Salvador a poco que se reflexione.

Pero a Santa Catalina le brotó el mal de la Sevilla Norte, ésa que nadie es capaz de arreglar, la del barrio del Duque de Arcos a la que le tocó la peor parte en la revuelta del Pendón Verde, en la de un siglo después o en los primeros días aciagos de la Guerra Civil. Por eso mismo no vale encender la polémica y concluir que El Salvador tuvo suerte y ésta no: Lo que aquella tuvo fue un director, Juan Garrido, osado, astuto, capaz de unir voluntades, incansable, y un arquitecto, Fernando Mendoza, trabajador, en su lugar, con dotes para la adaptación y el diálogo. Esa fue su suerte. La suerte de los grandes proyectos se rige por las reglas del tute, que lo inventó un mudo.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

  • 1