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La maldición de los goleadores del Betis

Los delanteros más importantes de la historia reciente del Betis siguen una especie de patrón que les hace caer en la misma maldición. Ofrecen una primera etapa brillante, brillantísima, se van a otro equipo y vuelven para fracasar. Ya le pasó a Cuéllar y después le tocó a Alfonso. Oliveira es la última víctima de este maleficio.

el 16 sep 2009 / 05:55 h.

Los delanteros más importantes de la historia reciente del Betis siguen una especie de patrón que les hace caer en la misma maldición. Ofrecen una primera etapa brillante, brillantísima, se van a otro equipo y vuelven para fracasar. Ya le pasó a Cuéllar y después le tocó a Alfonso. Oliveira es la última víctima de este maleficio.

Ricardo Oliveira es posiblemente el mejor delantero que ha tenido el Betis en el siglo XXI. No ha necesitado mucho tiempo, porque entre su grave lesión de rodilla en noviembre de 2005, su regreso en el mercado invernal de la pasada temporada y su marcha definitiva al Al-Jazira resulta que apenas ha sido verdiblanco durante poco más de una Liga y media. Sin embargo, su mítica actuación en la 2004-05, en la que anotó 22 goles sólo en la Liga y por supuesto fue crucial para el título de Copa y la inclusión en la Champions, le hace digno del honor con que se abría este párrafo. El problema es que el último recuerdo que el beticismo tendrá de él es que fue uno más de los que precipitaron a su equipo en Segunda. Así saldó el brasileño su segunda etapa en el Betis, pero no es un caso único. Antes que él ya les tocó sufrir idéntico destino a otros dos referentes contemporáneos del ataque verdiblanco: Cuéllar y Alfonso.

Ángel Cuéllar debutó en el Betis en Primera, pero su consolidación de verdad se produjo en Segunda. En la 92-93 no sólo fue un titular indiscutible (intervino en 31 jornadas), sino que además fue el pichichi, con siete dianas, y en la 93-94 (28 partidos y seis goles) se convirtió en el mejor amigo del Toro Aquino. Entre los dos llevaron al Betis de vuelta a Primera. Y ahí llegó su irrupción definitiva en la élite: Cuéllar protagonizó un año irrepetible, con 14 goles en 37 partidos, y además de pichichi del equipo fue artífice fundamental de su sexta plaza y su clasificación para la UEFA.

Aquella temporada 94-95 le abrió la puerta del Barcelona. Se marchó peleado con Manuel Ruiz de Lopera, que en una famosa escena de la historia verdiblanca le prometió en la puerta de un hotel que nunca volvería a ponerse esa camiseta. El juramento duró dos años, los que estuvo el canterano en la Ciudad Condal sin parecerse ni de lejos al que había sido en el Betis. Luego hizo las paces con Lopera y volvió a casa, pero para qué: entre la 97-98 y la 99-00 apenas anotó un gol y descendió a Segunda; y en la 00-01, en su despedida como bético, sí aportó algo más, en concreto cuatro tantos.

El relevo. Se fue Cuéllar y llegó Alfonso Pérez Muñoz. Y como la vida es así de retorcida, el madrileño recorrió un camino casi idéntico al de su antecesor. Entre 1995 y 2000 hizo historia de la buena: pichichi heliopolitano en tres de esos cinco ejercicios (96-97, 97-98 y 99-00), fue protagonista en un subcampeonato de Copa, una cuarta plaza liguera y dos clasificaciones europeas. En ese lustro anotó 59 goles en 152 partidos de Liga, pero el broche fue un descenso a Segunda en el que además coincidió con Cuéllar. Y Alfonso, como antes el canterano, se marchó también al Barcelona, donde tampoco repitió éxitos... y acabó volviendo al Betis. Durante tres campañas, los aficionados verdiblancos soñaron con ver al genio de las botas blancas, pero no pudo ser. Su aportación fue siendo cada vez más minúscula y en la histórica 04-05 no tuvo ninguna relevancia: participó en diez encuentros, no marcó ningún gol, no fue titular ni una vez y a partir de la jornada 22 desapareció del todo.

El último año bético de Alfonso fue el primero de Ricardo Oliveira. El brasileño, sin embargo, fue todo lo contrario al getafense y asombró a toda España y media Europa. Luego se rompió la rodilla en una noche de Champions ante el Chelsea. Se curó en el Sao Paulo, se marchó al Milan y retornó en enero de este año. Siete meses más tarde va camino de Abu Dhabi después de dejar al Betis en Segunda.

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