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La mar junto al arco del Postigo

No podía ser otra calle, un nombre marinero, cuánto arte en tan pocos metros.

el 25 nov 2011 / 07:32 h.

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Interior del sevillano restaurante La Moneda, situado en la calle Almirantazgo, lugar de encuentro para sevillanos, turistas y ejecutivos.

Sinceramente, nunca me ha gustado migar en la sopa, ni la sopa de pan misma, pero la experiencia de probar una sopa de galeras en La Moneda... cerrar los ojos, volver en el 1.500 de mi padre a recorrer las últimas curvas entre Trebujena y el mar, con las albarizas de Palomino a los lados, Bajo Guía, ese olor, esos sabores, sabe a mi casa, y a radio en el comedor, no me extraña que Dani García se dejara hasta la ropa, no es bastante con quitarse el sombrero, hay que quitarse la chaqueta, revolear una verónica y gritar ¡ooole!, así, sin acento en la e, al sevillano modo.

Pero Jorge Inchausti, el jefe de cocina, no ha hecho más que desplegar el capote y, ahora, nos suelta una andanada de pases de categoría, a saber, castañitas a la alicantina, unos chopitos en una pizpireta salsa de limón, aceite de ajo y perejil, muy gustosos. Y después el cambio de tercio nos lleva a la faena de categoría, suprema de merluza en salsa verde, de sobresaliente de los blancos lomos del pescado unas papas al vapor grandes.

Y llega la hora de la verdad, y entramos a matar con un lomo de lubina salvaje a la marinera, de magnífica presentación, un gran plato marca de la casa, aquí está Sanlúcar de Barrameda, los guisos tradicionales de la desembocadura del Guadalquivir, Sevilla-Sanlúcar-Mar, eso pone en Triana y eso es lo que hay en esta Triana del Postigo, mar, buena cocina, sabor y arte, el que supo implantar en esta casa el padre, José Luis, que se vino de Sanlúcar. En 1991 se queda con La Moneda, y aquí están sus hijos, Jorge en la cocina y, mandando la cuadrilla en el ruedo de la sala y en la barrera, Jorge, profesionalidad y simpatía, con unos hombres de plata que saben lo que hacen y cómo hacerlo.

El local pide abrir boca con un catavinos helado de Tío Pepe o con una muy fría caña de Cruzcampo.

Y luego a dejarse llevar por las olas de la carta y las sugerencias del día de la pizarrita, fideos a la marinera sanluqueña, atún encebollado, delicias de choco en salsa verde, para los carnívoros también hay tema de categoría, cola de toro y carrillada ibérica.

La carta de vino está en restauración, para redondearse aún más, ya es muy buena. En la barra una gran champanera con hielo y blancos y rosados para copear. Acompañamos los platos con un Chardonnay de Somontano, Viñas del Vero, un blanco graso, con cuerpo y estructura que acompañó perfectamente las salsa contundentes de los pescados.

Por el local se respira marinería en la decoración, redes, faroles, nudos marineros, enmarcada la chaqueta de cocina de Dani García firmando la alabanza a la sopa de galeras.

También dos platos, pintados sobre la marcha, por el artista Moncho Borrajo, allí quedó su dualidad, en agradecimiento por tan buenos alimentos.

Animada barra y mesas llenas, ejecutivos de la zona, algún turista afortunado por el acierto y gente de Sevilla, porque este bar, no lo olviden, es de Sevilla y para sevillanos.

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