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La marea sevillista y sus 12.000 maneras de invadir Turín

La locura se apodera de la afición sevillista: osados que recorren en coche 1.860 kilómetros, viajes de 22 horas en bus y madrugones en San Pablo.

el 13 may 2014 / 22:08 h.

Noche cerrada. Sólo asoma una marea que no es roja ni blanca. La expedición sevillista es multicolor, porque su fiel infantería, las casi 12.000 gargantas que hoy ya entonan cánticos por las calles de Turín, se han vestido con uniformes de batallas pasadas. La blanca virginal de Eindhoven, la otra blanca, extasiosa, de Mónaco, la roja sufrimiento de Glasgow e incluso la negra, con la bandera española cruzada en el pecho, del debut en Champions. Hasta alguno se atreve con la amarilla –en martes 13 no es lo más adecuado– de la presente temporada. AFICIONADOS SEVILLA fc COCHE TURIN6.15 horas de la mañana y la marea arco iris se empieza formar en la explanada exterior del Gol Sur de Ramón Sánchez Pizjuán. A esas horas, poco más de un centenar de valientes hacen acto de presencia. Algunos recostados en los bancos, como el reposo del guerrero; otros, con la euforia juvenil de la primera final, se aventuraban a un amago de botellona; y hasta había quién inmortalizaba el momento con el fondo del mosaico que Ben Yessef preparó para el Centenario y que, a la postre, se ha convertido en el escenario de celebración de más de un título. Antonio Espinosa es de los más madrugadores acaba de aparcar el coche. Fiel seguidor del Gol Norte, se ha vuelto un Willy Fog a la sevillana. La vuelta a Europa en ocho años, desde que pisó la colina de Gelsenkirchen, donde el Sevilla escribió la primera página de su palmarés europeo. San Petersburgo, Mónaco, Glasgow,… no se pierde una. Ni la semifinal contra el Valencia, donde gritó el gol de Mbia. Su hijo Daniel, que empezó la aventura con 11 años –ahora 19–, sólo se perdió una final, a regañadientes, porque «coincidía con el viaje de fin de curso». A Antonio, como a muchos sevillistas, la crisis le lleva a recorrer a la opción del autobús. 22 horas, en el mejor de los casos, para llegar a la tierra de Don Bosco. Y 22 horas más a la vuelta. Más tiempo en carretera que en tierra. La primera remesa, de cerca de una decena de autobuses, partió a las 7.00 horas. Llenos hasta los topes. Y una hora después, tocó la nueva hornada. Los precios, de 100 a 200 euros, dependiendo de si hay estancia en hotel, desayuno o los dejan en la mismísima fun zone de los sevillistas, junto a los Giardini Reali. Después están los más osados, que van en su propia coche. «El avión esta vez era complicado», indica Manuel de la Fuente, otro abonado de la curva Scotta, de los que tenía amarrada la entrada casi desde el primer día. «Soy el 6.000 y pico», dice antes de entrar en el bus. Aficionados en el aeropuerto de San Pablo de Sevilla rumbo a la final de Turín. Aficionados en el aeropuerto de San Pablo de Sevilla rumbo a la final de Turín. En esta primera comitiva, el más veterano –tal vez, habría que hacer recuento– era José Antonio Galiani. A sus 73 años, no duda en meterse una paliza, una más y ya lleva unas cuantas, acompañado de sus dos Miguel Ángel. Hijo y nieto. La afición en familia, un placer para un abuelo que llega a la avenida Eduardo Dato enfundado en un polo que luce un lema especial a la espalda. «Sevillista y macareno». Casi nada. El autobús permitirá pocas horas de sueño, pero lo compensa con una despensa que ya quisiera un marqués. Neveras y más neveras, chacina por doquier, cajas y cajas de botellines de Cruzcampo –algo cayó en la espera–,... como si fuera una excursión al fin del mundo. Todos con un pronóstico. «Se llevan al Benfica de calle». «Vamos a Cardiff». «Ganará 3-0». Estado de euforia. Tanto que hasta se llevan el trofeo puesto. La de este viaje maratoniano la porta Francisco Rojas. Con un look al estiloEl Arrebato: una réplica del título de Europa League en papel albal. Con logo, banderas y todos sus peregiles. «Tardé una semana en acabarla», confesó la autora, María Jesús Sánchez, que tuvo de compinche a su amiga Nuria López. Ella se quedará en tierra, pero él lucirá titulo en Turín y lo lució en Nervión.Hasta algún operario de Lipasam –a esa hora, sólo había sevillistas y barrenderos– se mostró tentado de levantar la copa. turin aficionados caseta SevillaSan Pablo. Casi a la misma hora, en el aeropuerto, había menos ambiente –el grueso de la expedición, con 50 vuelos directos a Turín, se ha producido entre la madrugada y la mañana de hoy–, pero se respira sevillismo. El primero en escenificarlo es Javier Alés, con sus hijas Ángela, Belén, Paloma y Gabriela. Las cuatro sevillistas y fans de Iván Rakitic. ¿Herencia o genes? Allí estaban en la cola de embarque a Milán, justo al lado de otra que ponía destino Valencia –casualidades–. Y esta familia, aún en Feria, con una caseta portátil que pide que «siga la fiesta» para su club. «La utilizamos en la final de Eindhoven y ahora viaja siempre con nosotros», dice el padre.Toda una pieza de museo que, cuando no está de tour europeo, está «bien guardada» en un armario. Pero para historia la de Manuel Guerrero. Insiste en su DNI sevillista. «Soy el socio 325», repite en un par de ocasiones. Recuerda con claridad cuando se abonó. «En 1975, después de esos años que el Sevilla estuvo en Segunda. Me acuerdo de Roque Olsen, Julián Rubio, Pablo Blanco,...», relata, a la par que busca la manera de ver a los jugadores, que estaban a punto de llegar a la terminal del aeropuerto de San Pablo. A pocos metros. Una bandera y dos jovencitos. «Moron SFC fans». Y el gallo moronense de compañía.Jesús Alcántara y Alberto Castellanos son una demostración de fe. Mientras hay quien se ha gastado casi 500 euros por este nuevo sueño europeo –sin contar la entrada–, ellos obtuvieron sus billetes por cien euros. «Cogimos el vuelo nada más marcar el 2-0 en la ida contra el Valencia». ¿Y si no hubiera pasado la eliminatoria? «Habríamos hecho turismo por Italia». Eso harán María del Mar Ruiz y PabloGeras, una pareja que, ya que se darán el paseo, se quedarán en la ciudad hasta el viernes. La marea sevillista inunda Turín por varios flancos. David Aldana y sus amigos buscaron la opción multiviaje: enrolarse en un vuelo Sevilla-Milán de Vueling con escala en Barcelona. En Italia, les esperaba la furgoneta, ya reservada, para recorrer los 143 kilómetros que separan de Turín. Pero ricemos el rizo y cambiemos de escenario. De San Pablo a Santa Justa. José María Eflén, Benito Ostos y sus respectivos hijos cogieron el AVE rumbo a Madrid y de allí a Milán en avión. De regreso, nueva ruta, con conexión con Bruselas. Y es que, por un día, uno más, Europa se vistió de rojiblanco.

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