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La miopía de la fe en la religión de Nervión

Con un ejército de creyentes, el Sevilla es una maquinaria capaz de asaltar la trinchera de la Liga. Es un escuadrón de lujo. Un once con pedigrí y fe.

el 22 sep 2009 / 22:12 h.

Con un ejército de creyentes, el Sevilla es una maquinaria capaz de asaltar la trinchera de la Liga. Es un escuadrón de lujo. Un once con pedigrí y fe. Su afición generó un caos circulatorio en las entrañas de Nervión en horario laboral y en el último capítulo de un estío eterno. Las rotaciones son un aval, y Jiménez, un auténtico altavoz de las sensaciones de un grupo sin límite de crecimiento. Pura fábula ante el Mallorca.

Y hasta los silenciados, aquellos que exigen una dualidad estético-resultadista, emitieron su veredicto. Zokora es un pulmón y Perotti un ingenioso arquitecto. El Sevilla es un serio aspirante a alzar un título, vocablo vetado en el Pizjuán desde la época de Juande Ramos.

Jiménez ofreció un repertorio de aciertos. Un 4-4-2 sin variantes fue su hoja de ruta, y sus discípulos, fieles a la tradición de cumplir con el mandato, agotaron las etapas y la cuota de crédito de un Mallorca sin un guía que definiera el camino. El debate de la estética, pura demagogia con un título en las vitrinas y el alimento diario de los taberneros cuando los resultados son discretos, fue enterrado al son de Luis Fabiano y Negredo.

El ‘9' de Vallecas, un jornalero de piel quemada, es una rara avis en el universo de Primera División. Sacrificado en defensa, ágil en ataque e inteligente en la creación, el ex del Real Madrid es, por méritos propios, el fichaje más rentable de la nueva era.

De una era en la que hasta los otrora castigados son una garantía. Konko sonríe en la banda, Renato regala muecas cómplices a su escolta en la medular y Kanouté conserva su papel en el banquillo. Es la nueva imagen del Sevilla. La de un plantel que lució su pijama de Champions en una noche de otoño.

Jiménez se retiró del césped con rostro serio. Políticamente correcto. La afición izó la bandera de la ambición y el arahalense asió el mensaje. Camino de Europa. Con paso firme. Y con fútbol elegante. El debate, de momento, enterrado.

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