Un año más hemos tenido que soportar con bochorno los incidentes de la ceremonia de "la Toma" que, contra viento y marea, sigue celebrándose en Granada puesto que alcaldes socialistas y corporaciones progresistas no la cambiaron. Así los ultras pueden volver a sacar sus banderas victoriosas y el PP decir que "la Historia es la Historia", aunque allí no esté presente la Historia sino el mito: la toma fue una firma de capitulaciones (rotas después), la bandera que ondeó en la Alhambra (no en el ayuntamiento) era la de Castilla, no la española; la ceremonia no nació entonces sino en la restauración monárquica de finales del XIX y el 2 de enero de 1492 no se cerró la unidad de España puesto que ni las Canarias ni Navarra pertenecía aun a Fernando e Isabel.
Lo que se celebra es la consagración de España como "nación católica" -ni siquiera cristiana porque Lutero tenía entonces 11 años- que los más reaccionarios iban a volver a reivindicar tras la I República y que siguen reivindicando todavía, después de casi 30 años desde el día en el que la Constitución de 1978 entrara en vigor. En ello debería haber pensado el ayuntamiento progresista que gobernó Granada de 2003 a 2007; en ello y en si no sería el bochorno lo que dejó a buena parte de sus votantes en casa el día de las elecciones. El pecado de traicionar los propios ideales es en política como el pecado original.
Antonio Zoido es escritor e historiador
