Llenazo en la Sala Joquín Turina para ver bailar juntos a dos artistas del flamenco, de la nueva hornada, dos jóvenes con una sorprendente sabiduría y estilos muy distintos. Rafael Estévez es puro arte teatralizado, que baila más con una pierna que con la otra, y al que los brazos le sirven sólo para sujetar unas manos bien adiestradas; La Moneta, la garra personificada, la velocidad, las expresiones de su rostro y la feminidad nerviosa a lo Carmen Amaya.
Bailaron flamenco, una mixtura de autenticidad y ojana que nos cautivó. La naturalidad la puso la bailaora, y la ojana, el bailaor; unas veces marca de la casa, y otras, sacada de la factoria galvanista.
Pero con ojana incluida, Estévez es artista, está preparado en el compás, conoce los contratiempos y mueve su bien criado cuerpo con una admirable destreza. Ella, La Moneta, estará dejando el temple para cuando sea mayor, pero baila tan flamenca que La Macarrona se asombraría.
Con pases a dos en alegrías y soleares, algo atropelladas; con granadinas y malagueñas con abandolaos; con tangos airosos y tientos, los dos nos ofrecieron un espectáculo de casta y frescura.
