Murió Leopoldo Calvo Sotelo. Dios te libre del día de los elogios porque eso significa que pasaste a mejor vida. Siempre es así y siempre seguirá siendo. Este país, que tan aficionado es a mejorar al muerto, ha vuelto a demostrar su afición necrológica con motivo de la desaparición del que fue segundo presidente de la democracia, D. Leopoldo Calvo Sotelo. Hemos oído y leído las palabras elogiosas y honrosas que se han dirigido a "un servidor público". ¿No habíamos quedado en que los políticos eran una casta aparte, vividores, corruptos y holgazanes? El mejor político parece ser el político muerto. Si Calvo Sotelo llega a saber que se iban a decir de él cosas tan maravillosas en el día de su muerte, seguro que, si hubiera podido, hubiera adelantado la fecha fatídica. Ganas le entran a uno de seguir el ejemplo y decir adiós a la política y a la vida si no fuera porque quedan aún muchas cosas que hacer y porque, bien pensado, parece ser que nadie se entera, cuando estira la pata, de los cariños, reconocimientos y homenajes póstumos.
Aunque bien mirado, ¿qué mejor regalo para tu familia que dejarle un amplio dossier de prensa y un par de CDs y DVDs donde se recojan los méritos y capacidades que, nunca, nadie te reconoció? Tal vez tu familia los desprecie porque lo que ellos hubieran deseado era haber podido coleccionar todas esas hermosas palabras mientras el muerto seguía vivo. Estoy seguro de que la viuda de Don Leopoldo se habrá quedado estupefacta viendo cómo la muerte de su marido ha mejorado ¡y de qué manera! a su querido y difunto Leopoldo. Ella sí sabía que eran ciertas todas y cada una de las virtudes que, ahora, cuando él ya no puede escucharlas, se han publicado y explicitado. Pero ella, con la que he coincidido en unos cuantos actos oficiales, ha visto cómo su marido vivo, en su condición de ex presidente, junto con los otros ex presidentes del Gobierno de España, han sido relegados en el protocolo oficial a un papel deslucido y secundario, siendo adelantados por políticos recién llegados que poniéndose en la fila para el besamanos, disfrutaban viendo cómo ellos pasaban protocolariamente por encima de quienes habían ostentado una gran responsabilidad estatal. Calvo Sotelo, con su socarronería conocida, miraba desde la pantalla de sus gafas de concha el agravio que se les pretendía infligir simplemente porque fueron y ya no eran.
En más de una de esas recepciones peleé con los ex presidentes del Gobierno de España para que avanzaran y se situaran en el lugar protocolario que la educación, el reconocimiento y la labor realizada exigían, por encima de cualquier norma absurda del protocolo oficial. Casi nunca lo conseguí, pero creo que esa actitud me granjeó la simpatía de la mujer de Calvo Sotelo que intuía que en ese mar de codazos, había alguien que quería mejorar a los vivos, a los ex presidentes que hicieron posible la convivencia entre los españoles, lejos de las luchas provincianas que se ven entre quienes ocupan lugares de rango superior porque así lo dice la norma, que no los méritos.
Si acaso algún otro político se ha hecho merecedor de elogios por sus méritos, no esperemos a mejorarlo después de muerto. Estoy seguro de que a nadie le amarga un dulce y de que todos agradecerán que se reconozca públicamente que no fueron lo que se dice genéricamente de quienes entregaron buena parte de su vida a la política, mal pagados, como se está poniendo de manifiesto, otra vez, ahora que el trasiego de la política al mundo empresarial nos hace saber la diferencia de emolumentos entre una y otra dedicación, sabiendo que para ejercer influencias y poner la agenda a disposición de la consecución de contratos sirve cualquiera, mientras que para liderar un proyecto de sociedad son pocos los capacitados.
Y no se trata tan solo de ofrecer fuerza y moral a quienes, desde la decencia, trabajan por el interés colectivo y por transformar las injusticias con las que la vida nos obsequia a casi todos. Se trata de elevarnos como pueblo. En la Semana Santa andaluza se pasean por las calles de sus pueblos imágenes, aparentemente todas de la misma dimensión. De vez en cuando da la sensación de que alguna de ellas es más alta y camina con mayor empuje que las restantes. El fenómeno es sólo consecuencia de que los costaleros que la portan la elevan con más fuerza que el resto. A todos nos parece que la figura va a tocar el cielo y que se alza con fortaleza por encima de las demás.
La historia de muchos pueblos se ha escrito en negativo porque siempre recelamos de quienes necesitaban la fuerza del conjunto de los ciudadanos para sobresalir. Los hay que toda la vida presumieron de lo que tenían y los hay que en toda su historia desconfiaron de sus posibilidades. Vi un programa de televisión el lunes pasado en el que se leían SMS dudando de las capacidades del pueblo andaluz y de su libertad. Muchos seguramente estarán influenciados por la propaganda mezquina que se hace del resultado electoral que sistemáticamente se produce en Andalucía y por las críticas desproporcionadas que se formulan al presidente Chaves. Mientras unos se empeñan en acerar sus brazos para elevar la figura, otros se empeñan en achicarla hasta límites extremos. Piensen los que mantienen esta actitud que pretendiendo empequeñecer al presidente de los andaluces, ellos no van a aumentar su tamaño; no esperen al día de los elogios y arrimen sus brazos para unirlos a los andaluces que sí quieren que su figura luzca más alta y fuerte que las demás, sin esperar a que la muerte mejore al muerto.