La batalla campal que estalló este fin de semana en Pozuelo de Alarcón y acabó con 20 jóvenes detenidos y diez policías heridos debe movernos a una seria reflexión sobre la educación, la cultura y los valores de nuestra juventud. El resultado del botellón que acabó con una carga policial y múltiples destrozos provocados por los vándalos es de los pocos asuntos en los que Gobierno y oposición han mantenido en público una posición común.
Socialistas y populares han coincidido en reclamar planes formativos para los jóvenes con objeto de evitar conflictos. Pero éste es un problema poliédrico, con demasiado calado como para pensar que pueda resolverse con varias medidas concretas. La batalla entre jóvenes y policías del pasado sábado es el botón de muestra de parte de una juventud incapaz de medir las graves consecuencias del exceso de alcohol, que no ha sido formada en valores, que en sus casas ni en el colegio han recibido una educación ni una sólida formación para medir el resultado de sus acciones y la responsabilidad que éstas conllevan.
La falta de disciplina en la casa y la escuela está también en el origen de un asunto en el que las grandes fuerzas políticas debieran mantener una posición común, no sólo cuando ocurre una barbaridad como la de Pozuelo, sino a la hora de alcanzar un gran pacto por la Educación en España. Como ayer dijo el Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, "Sin cultura, educación y un desarrollo de las políticas sociales no nos encontraremos más que conflictos como éste una y otra vez". Por eso debe imponerse a los menores la educación a una represión que sólo significará nuestro fracaso como sociedad.
Los sucesos de Pozuelo ponen en evidencia que muchos jóvenes han traspasado la barrera de la permisividad, fruto de la falta de implicación de las familias y la sociedad en su formación. Nos toca a todos enderezar el rumbo y promover ese gran pacto que la juventud española necesita.
