La Bienal no estaba dispuesta a patrocinar este recital de cante gitano y lo hemos disfrutado gracias al patrocinio de la BBK. Con la de churros que financia el festival sevillano, que un día habrá que escribir sobre el despilfarro para, al final, sobrecargar una programación que roza el absurdo. Lo que interesa es crear un monstruo que consuma flamenco y que se lo trague todo, y lo están consiguiendo, de ahí la pésima calidad del público bienalero en general.
El de anoche fue un buen espectáculo, sin grandes momentos artísticos, pero se trataba de lo que se trataba, de degustar el cante sentido y emocionante de tres gitanas de rompe y rasga, de Jerez de la Frontera. La grabación de un disco muy laureado, Mujerez, las unió dando lugar a este espectáculo, que es una buena idea. No descubre muchas cosas nuevas, porque las tres cantaoras son ya muy conocidas, pero juntarlas ha sido un acierto.
Quizás haya servido para que disfrutemos más de Dolores Agujetas, lo mejor del disco y del espectáculo. Es Manuel Torre en mujer, la heredera de una línea cantaora que viene desde Tomás el Nitri y los seguiriyeros de Jerez, que toda su familia se ha encargado de conservar y difundir, primero su abuelo, después su papa y sus tíos y ahora ella, el último eslabón de la cadena.
Tapada mucho por la guitarra de Diego Agujetas -tenía muy alto el volumen-, Dolores se acordó de Manuel Torre en las soleares alcalareñas y en las seguiriyas jerezanas. Pero donde de verdad enganchó fue en las tonás, dándonos una estampa que hubiera vuelto majara a Doré y a Demófilo, de vivir ambos aún. Se acordó de nuevo de Manuel Torre en los fandangos, aunque siempre pasado por el tamiz tímbrico de los Agujetas.
Juana la del Pipa es una fuerza de la naturaleza, a pesar de que su voz está cada día más quebrada. Eligió la bulería por soleá de su tierra para irla estirando y los tientos-tangos para calentarla. Cuando llegó a las tonás y los fandangos, echaba ya fuego. Resulta duro escuchar a esta singular cantaora, pero es un placer inmenso hacerlo y, sobre todo, verla bailar. ¡Qué manera de levantar los brazos!
La Macanita nos tiene absolutamente acostumbrados a sus soleares evocadoras de Fernanda y a sus bulerías y a sus fandangos. Sin embargo, sorprendió en las tonás, cante que muy pocas veces hacen las cantaoras gitanas.
Moraíto Chico nos volvió a enamorar y la Tía Curra lo hace siempre que viene, con su estampa de grabado decimonónico y una naturalidad que pone la piel de gallina. Lo de menos es si la del Pipa se adelantaba a las entradas de Moraíto, si a Dolores costaba entenderla, o si la Macanita se desgañitó en la soleá de Fernanda. Era una noche para no exigir otra cosa que no fuera arañazos en el alma.