Hitchcock solía utilizar en sus películas un falso culpable que distraía al espectador de la verdadera trama de sus películas. Así acrecentaba el suspense y la sorpresa era mayor cuando aparecía el verdadero culpable. En el discurso del ministro José Ignacio Wert ante la comisión de Educación del Congreso, el falso culpable fue la extinción de Educación para la Ciudadanía, y probablemente el verdadero protagonista de la legislatura será la ampliación del Bachillerato a tres años, y la reducción de la ESO de cuatro a tres.
Esta enésima reforma educativa busca lo mismo que las anteriores: reducir la tasa de abandono escolar temprano. El 27% de los jóvenes deja la escuela al terminar la enseñanza obligatoria, porque no quieren o no pueden permitirse seguir estudiando en la etapa postobligatoria. Todavía se saben pocos detalles del plan de Wert, pero parece evidente que convertir el primer año de Bachillerato y de FP en un curso obligatorio hará aumentar automáticamente el número de alumnos que continúa sus estudios tras la Secundaria. Esto no significará necesariamente que el índice de abandono caiga de la noche al día.
Algunos sectores de la comunidad educativa creen que la fórmula de Wert es tramposa, pero el planteamiento del ministro tiene cierta razón de ser. El Gobierno de Rajoy quiere adelantar el momento en el que los jóvenes tienen que elegir entre la Universidad (vía Bachillerato) o la FP. Ahora esa decisión vital se toma a los 16 años, y cuando entre en vigor la reforma (prevista para 2013), se adelantará a los 15 años. "La bifurcación, cuanto más temprana, más eficaz", ha explicado Wert. En Alemania, el niño selecciona un itinerario a los 12.
La fórmula del PP consiste en convertir el último año de la ESO en un curso preparatorio para la FP de grado medio o el Bachillerato (ambas etapas pasan de dos a tres años). En ese curso preparatorio se concentrará todo el peso de la reforma educativa del PP. Wert relaciona el fracaso escolar con la falta de perspectiva de los jóvenes, que culminan la educación obligatoria sin saber para qué sirve lo que han aprendido, qué pueden hacer mejor con lo que les han enseñado o a qué trabajo pueden aspirar... El curso preparatorio servirá para orientar a los chavales hacia un aprendizaje u otro, será un puente hacia la Universidad o hacia la FP. "Hasta ahora hemos sido ineficientes a la hora de encaminar a los estudiantes y eso provoca un elevado fracaso", asegura el ministro.
Esta filosofía, inspirada en el modelo alemán, tiene como referente una Formación Profesional muy prestigiada, algo que no existe en España, por mucho que en los últimos años el Gobierno socialista se haya centrado en potenciarla. Aún perdura una errónea concepción de la enseñanza en España, que data de principios de los 80, según la cuál aspirar a la Universidad significaba optar al éxito social y económico, y quedarse en la FP suponía aceptar categorías inferiores en la sociedad. En realidad esta lectura revela más sobre la economía española que sobre el sistema educativo. Alemania tiene menos licenciados universitarios y allí el paro juvenil ronda el 9%, mientras que en España la tasa de desempleo entre jóvenes alcanza el 41% (el 50% en Andalucía), según los últimos datos de Eurostat. Aquí hay un porcentaje de licenciados universitarios del 29%, superior a la media de la UE (25%) y de los países de la OCDE (28%). Pero cuatro de cada diez licenciados está ocupando puestos inferiores a su categoría profesional.
Parece evidente que la respuesta de Wert al abandono escolar está más en la FP que en el Bachillerato, y en eso coincide de pleno con la política educativa andaluza. Sin embargo, la oposición socialista, que cuando estaba en el Gobierno no discrepaba mucho de esta tesis, advierte ahora de que esa división de itinerarios en el último curso de la etapa obligatoria puede conllevar una segregación clasista. No todos los jóvenes dejan de estudiar por falta de interés en la Universidad, algunos simplemente pertenecen a familias sin recursos. La FP, dice el PSOE, no puede volver convertirse en la vía académica para quienes no pueden pagarse los estudios a largo plazo. La Junta también ha expresado estos recelos a la reforma. No en vano, en Andalucía se han desarrollado las becas 6000 -para fomentar que los alumnos sigan estudiando tras la ESO- y las becas de segunda oportunidad -para que regresen quienes abandonaron los estudios para trabajar en la construcción-.
En todo esto hay un matiz importante: la mayoría de estudios demuestra que la principal razón de abandono escolar temprano no son los problemas económicos, sino el bajo rendimiento o la falta de orientación profesional del alumno. Wert lo sabe. Gabilondo lo sabía y ambos defienden la necesidad de acometer una reforma integral de la FP para transformar la educación y el sistema productivo español. Al menos en este objetivo, PSOE y PP han mostrado siempre su conformidad.
Pero, ¿es posible implantar una FP alemana en España? Está por ver. El mayor problema no es que la FP española carezca de prestigio (cosa que es cierta), sino de respaldo empresarial. Los expertos creen que el sistema educativo español no está en condiciones de asumir una FP a la alemana por dos razones: falta dinero público y falta inversión privada. La FP en Alemania es dual. Es un modelo en el que colaboran conjuntamente los institutos de enseñanza y las empresas, como centros de prácticas. No es un simple módulo de 400 horas que complementa las clases teóricas, como aquí. Las empresas teutonas asumen todo el bloque práctico de la formación de los jóvenes en horario completo de trabajo: de tres a cuatro días a la semana en la empresa y entre uno y dos en la escuela.
Traducir esa realidad aquí es difícil. Los empresarios españoles son los que menos invierten en la formación de jóvenes trabajadores de toda la UE, lo cual impide que se consolide un mercado laboral con mano de obra cualificada. La oferta de ciclos de FP es mucho menor y la demanda ha crecido en los últimos años con la crisis. Además el reparto de titulaciones es desigual en el territorio español. Andalucía intenta adaptarla a su tejido productivo, pero éste no es el que más atrae a los jóvenes ni el que más salida encuentra en el mercado.
De todos, el mayor escollo es que el sistema productivo español es radicalmente opuesto al alemán. En nuestro país el 98% de las empresas son pymes, mientras que Alemania tiene el mayor número de multinacionales de la UE.
Además, al contrario que en otros países, ningún Gobierno español ha dispuesto jamás una ley que obligue a las empresas a participar en la formación de sus aprendices. Su estrategia ha sido, más bien, subvencionar las contrataciones a jóvenes y las prácticas. Parte del empresariado español se nutre de subvenciones públicas, pero la inexistencia de una política clara de prácticas de formación en empresas convierte a los becarios españoles en trabajadores mal pagados o gratuitos.