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Un año del "efecto Maíllo"

Hace un año IU vivió una renovación generacional con un desconocido líder al frente. Antonio Maíllo ha pasado 12 meses de trabajo para fortalecer su posición interna. Ahora saldrá a la calle a hacer campaña a la presidencia de la Junta.

el 21 jun 2014 / 23:45 h.

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El coordinador regional de IU, Antonio Maíllo, atiende a la prensa en Córdoba. / El Correo El coordinador regional de IU, Antonio Maíllo, atiende a la prensa en Córdoba. / El Correo Esta semana, el lunes 16 de junio, se ha cumplido un año de la renovación en la dirección política de IU en Andalucía. La asamblea que eligió como líder a un desconocido Antonio Maíllo en sustitución de un histórico Diego Valderas, tras 12 años al frente de la formación, fue más que un cambio de caras, supuso una renovación generacional. En aquella ejecutiva, con un 80% de caras nuevas y una media de edad de 37 años, se estrenó una generación que no formó parte del periodo de la Transición, jóvenes que, a diferencia de muchos de sus predecesores, no eran políticos profesionales, combinaban su formación académica con una trayectoria de lucha en la calle y venían del movimiento estudiantil. Al frente se colocó un profesor de 47 años, alguien que durante los tres meses que precedieron al congreso no manifestó nunca su interés por pilotar el partido. Ni cuando las cábalas apuntaban como candidato «natural» al portavoz de IU en el Parlamento, José Antonio Castro (que se autodescartó), ni cuando ya era evidente que su nombre saldría elegido, porque contaba con el respaldo necesario del líder del PCA, José Manuel Mariscal. Nadie conocía a Maíllo fuera de la organización, y fue elegido con la mayoría más aplastante que ha existido nunca en los 27 años de IU. Obtuvo el 83,8% de los votos de la militancia, superando la marca más alta hasta la fecha (en 2008 Valderas había logrado un 74,4%). Nada más salir a la calle, le asediaron con la misma pregunta: ¿Quiere ser el candidato de IU en las próximas autonómicas? Dijo que no. Dijo que no era su prioridad muchas veces, que su cometido era fortalecer internamente el partido, conocer y darse a conocer en las asambleas de toda Andalucía. Durante un año, Maíllo ha recorrido de arriba abajo la región, se ha reunido con todos los líderes provinciales y locales que ha podido, con agentes sociales, cooperativas y pequeñas empresas. Ha sido una estrategia de trabajo interno que está a punto de cambiar, explican desde la dirección. La próxima semana, el proceso de primarias para elegir al candidato de IU a la presidencia de la Junta desembocará inevitablemente en él, el aspirante más fuerte de los cinco que concurren. Y desde que su candidatura se haga oficial, Maíllo dejará la organización interna en manos de su equipo y saldrá a la calle a hacer campaña en su nombre para las autonómicas de 2016. Un año después, su nivel de conocimiento entre los andaluces roza el 30%. Sigue siendo un porcentaje bajo para el líder de una fuerza que gobierna Andalucía. Pero Maíllo ya no se siente un desconocido. La militancia le reconoce por varios episodios ocurridos este año: el más determinante fue la crisis de los realojos de la Corrala Utopía, que estuvo a punto de dinamitar al Gobierno PSOE-IU. Dentro de la formación de izquierdas, este episodio se lee como un pulso entre Susana Díaz y Maíllo, que en teoría ganó el líder de la coalición cuando la presidenta tuvo que devolver a la Consejería de Fomento las competencias sobre vivienda que le había retirado 24 horas antes. Para un militante de IU, no hay nada más identitario que un gesto político que le distancie del PSOE, «porque los socialistas han traicionado a la izquierda». «No hay nada que haya fortalecido más a Maíllo que la crisis de la Corrala», admite un miembro de la ejecutiva. De menor impacto propagandístico, pero de más calado fue también la negociación de las cuentas autonómicas de este año. Los primeros presupuestos de la legislatura zarandearon por dentro a IU, y el sector más crítico –la CUT-BAI de Sánchez Gordillo– acusó a la dirección de tragar culebras, apoyando unas cuentas regresivas que recortaban los derechos sociales. Tres diputados de IU no votaron a favor del presupuesto de 2013. Pero un año después, Maíllo logró que todos apoyaran unas cuentas igual de esqueléticas –aunque IU peleó un aumento del gasto de personal en sanidad y educación– con la única ausencia de Sánchez Gordillo. Los otros capítulos que esgrime con orgullo la dirección son las movilizaciones –la del 28 de febrero en Sevilla y la del 22 de marzo en Madrid– que fueron respaldadas por cientos de simpatizantes y consolidaron a IU como fuerza de Gobierno «sin abandonar el vínculo con la sociedad civil». En las europeas, la coalición duplicó votos respecto a las de 2009, con un 11,64% de apoyos que mejoraron su marca en las autonómicas de 2012 (que metió a IU en la Junta). Maíllo consideró que ya tenía el aval para postularse como candidato, y anunció un proceso de primarias abierto por primera vez a los simpatizantes. Podemos. La coalición vivió una transición tranquila hace un año y, por primera vez en su historia, salió más cohesionada de un congreso. Lo habitual hasta entonces habían sido las guerras púnicas, las purgas soviéticas y demás desencuentros inherentes a esta formación. El hecho diferencial es que IU estaba gobernando. Llevaba 15 meses en un Gobierno de coalición con el PSOE, su enemigo íntimo, y aún no habían aflorado excentricidades ni corrimientos de tierra hacia Venezuela o Cuba, ni se palpaba la inestabilidad política que auguró el PP-A tras su victoria insuficiente en las elecciones. Los comunistas se mantenían, daban muestras de madurez en los despachos, y no dejaron de protestar en las calles. Maíllo se presentó con un discurso enérgico, y apeló al «orgullo de pertenecer a IU». Entró con la misma fuerza y rescató la misma ilusión en los suyos que más tarde lograría Susana Díaz en el PSOE. Al principio su forma de hablar, entre didáctica y adoctrinante, parecía una revolución en sí misma dentro de IU, muy dada a perderse en hipérboles, perífrasis interminables y adjetivos rimbombantes. Se dijo que estaba más preparado y tenía más fondo ilustrado que sus mentores. Se le llamó el «efecto Maíllo». Un año después, algunos creen que se ha perdido en la retórica, que no tiene tanta facilidad para aproximarse a las clases humildes como Díaz, con su verbo fácil y su actitud directa. Los suyos, en cambio, se parapetan tras él porque están convencidos hasta el tuétano de su valía. Maíllo fue de los primeros en anunciar «un tiempo nuevo» para su formación, sin imaginar que el concepto calaría en todos los partidos e instituciones que se daban cuenta, alarmados, de cómo la sociedad les daba la espalda. Han augurado un tiempo nuevo Susana Díaz en el PSOE-A, el presidente del PP-A, Juan Manuel Moreno, y el nuevo Rey de España, Felipe VI. También han irrumpido en el panorama político otras organizaciones con nuevas voces e ideas, como el movimiento de indignados 15M, que ha pasado del antisistema al sistema mutando en un partido de izquierdas: Podemos. En solo un año, ha habido una renovación generacional de políticos e instituciones, y una variación tímida y medida de los viejos discursos pronunciados por nuevos protagonistas. IU, por ser la primera en reciclar su ejecutiva, tomó la avanzadilla de ese tiempo nuevo. Hace un año no podía imaginar ni por asomo que otra fuerza de izquierdas, con ideas similares y maneras menos ortodoxas, le robaría terreno. «Podemos ha quitado más votos al PSOE que a nosotros, pero es evidente que nos ha frenado la subida», dicen desde la dirección. Quedan por delante las municipales, las generales y las autonómicas. El objetivo de IU sigue siendo aglutinar más apoyos en las ciudades medias y en las capitales. En los 27 municipios de más de 50.000 habitantes vive el 50% de la población andaluza. Podemos aún no ha desembarcado en esta región, pero despierta simpatías entre profesiones liberales y clases urbanas. Ese espectro social es el espacio electoral que IU quiere ganarse. Ahora no se lo disputa al PSOE, sino a la abstención, y no compite contra el bipartidismo, sino contra algo nuevo que ha nacido a su izquierda.

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