Menú
Local

La ocasión de dibujar el futuro

A lo que está ocurriendo en el PP se le puede llamar crisis, sin temor a equivocarse, y además con una connotación esperanzadora, porque, cuando uno supera una crisis, sale fortalecido. Pero no es una crisis de liderazgo ni tampoco de ideología, sino una crisis de estrategia.

el 15 sep 2009 / 03:44 h.

A lo que está ocurriendo en el PP se le puede llamar crisis, sin temor a equivocarse, y además con una connotación esperanzadora, porque, cuando uno supera una crisis, sale fortalecido. Pero no es una crisis de liderazgo ni tampoco de ideología, sino una crisis de estrategia. El liderazgo de Rajoy está consolidado porque, a pesar de las calculadas indefiniciones de Esperanza Aguirre, y las también calculadas definiciones de algún medio de comunicación, ha conseguido que las figuras más representativas del partido, y todo lo que ellos arrastran, le den su respaldo. Y esto, a pesar de su segunda derrota en las urnas, que es lo difícil, porque las adhesiones después de las victorias son mucho más fáciles.

Tampoco hay crisis de ideología, porque el Partido Popular, y ésa ha sido una de sus grandes aportaciones a la consolidación democrática en nuestro país, consiguió aglutinar a gentes de las más diversas, e incluso contradictorias, procedencias ideológicas o vitales, desde antiguos franquistas a cuasi socialdemócratas, pasando por democristianos, liberales o puros conservadores. Y además, esto se hizo, a diferencia de UCD, sin el mantenimiento de familias en función de la procedencia. No era una amalgama, sino una fusión, sin que se generasen tensiones en función de la adscripción ideológica de cada uno. En esta situación influyó, claro está, la configuración del partido como una poderosa maquinaria orientada a la conquista del poder, a nivel local, regional y nacional. En unos casos lo consiguió y lo mantuvo, en otros lo consiguió y lo perdió, y en otros no lo consiguió. Bueno, pues esta misma situación es la que ahora se mantiene.

Por tanto, la crisis es de estrategia, porque después de dos derrotas consecutivas en las elecciones nacionales, el PP tiene que reflexionar profundamente, y sin ningún tipo de miedo a hacerlo, sobre las causas que le han llevado a seguir en la oposición, a pesar de esos más de diez millones de votos obtenidos, que le han permitido recortar distancias con el PSOE, pero que no han sido suficientes para recuperar el gobierno. Lo importante ahora no es la búsqueda de una autodefinición, ni una batalla de ideas, sino el hacer una hoja de ruta que, desde el ejercicio de la oposición, y la práctica del poder donde se tiene, que es mucho, le permita un ensamblaje de esfuerzos y la presentación, no teórica, sino de continua demostración práctica de que lo que se dice es también lo que se hace para consolidar una alternativa fuerte de gobierno.

Éste es el reto que tiene el PP y el débito que le demandan diez millones de españoles, y no la disquisición ideológica ni la trifulca personalista. Por eso sería un error que el congreso que ahora se prepara se convirtiese en un ajuste de cuentas o en un choque de ambiciones cuando, asumiendo los errores y los aciertos, que de todo ha habido, se tiene la obligación y la ocasión de dibujar el futuro.

  • 1