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La opinión. Elecciones y felicidad

Doscientos años atrás los revolucionarios franceses y americanos ya postulaban que la meta de la sociedad era la felicidad común y que perseguirla y obtenerla constituía un derecho individual e inalienable.

el 15 sep 2009 / 00:34 h.

Doscientos años atrás los revolucionarios franceses y americanos ya postulaban que la meta de la sociedad era la felicidad común y que perseguirla y obtenerla constituía un derecho individual e inalienable. Hace sólo dos años, la Universidad de Leicester hizo público un estudio sobre el mapa de la felicidad en el mundo. A través de 80.000 encuestas a personas de 178 países del mundo concluyó que los países en los que las personas se sentían más felices eran aquellos en los que existía un Estado social fuerte. Por esto aquellas personas que viven en países con un buen cuidado de la salud, un Producto Interior Bruto alto per capita y con acceso a la educación permanente se consideran más felices.

Resulta, pues, lógico que exista un interés político creciente en usar indicadores nacionales de felicidad junto a los indicadores de riqueza. Una encuesta realizada por la BBC entre la población británica reveló que el 81% de la población pensaba que el Gobierno debería focalizar su acción en proporcionarles felicidad.

El concepto de la felicidad, o satisfacción con la vida, ha sido normalmente objeto de investigación por la ética o la psicología. Y también ha de ser objeto de discurso político en los países más avanzados económicamente, pues las sociedades en las que existe igualdad de oportunidades, en las que se reconocen y garantizan los derechos sociales, en definitiva aquellas sociedades que hayan sabido articular un eficaz Estado social suponen el espacio idóneo para facilitar el bienestar humano; un espacio donde se hace realidad el axioma del utilitarismo clásico: conseguir la máxima felicidad para el máximo número de personas.

En estos tiempos de urnas, quien sepa transmitir al electorado la convicción de ser la fuerza política más capaz para culminar esta necesidad social de felicidad habrá allanado el camino hacia la victoria. Si además le avalan resultados económicos contrastables con notable crecimiento de empleo y riqueza tendrá en sus manos todos los ingredientes del cóctel del éxito electoral.

Felicidad y riqueza. Conceptos tradicionalmente unidos, pues, como señala el genial cineasta neoyorkino que todos ustedes se imaginan: "la riqueza no proporciona la felicidad pero produce un estado de ánimo tan parecido que para distinguirlos se necesita la ayuda del mejor de los especialistas". Y la riqueza de una sociedad no es otra que la eliminación de las desigualdades, el bienestar económico y la consecución de las mayores cotas de libertad y justicia.

Estado social y crecimiento económico: felicidad para los electores, éxito para el gobernante.

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