El dossier de prensa advierte en su primera página que Orgy of tolerance (La orgía de la tolerancia), el último espectáculo del célebre coreógrafo francés Jan Fabre (Premio del Jurado de la Crítica Francesa al mejor espectáculo de la temporada 2008/2009) contiene algunas escenas que “pueden herir la sensibilidad del espectador”. Y es que este montaje puede ser de todo, menos una visión complaciente del mundo.
Espectáculo en inglés con subtítulos en español, en Orgy of tolerance, Jan Fabre se baja al agujero del mundo, adentrándose progresivamente, como si de un espeleólogo se tratara, en las entrañas de la existencia, para investigar todos lo que se cuece y fermenta en sus profundidades. Con la boca sobre el ombligo y esperando un eco, intenta hacerse una idea del tamaño del agujero. Al final descubre que el agujero del mundo no tiene fondo. “Una profundidad con un sinfín de ceros, que no se puede calcular ni en gigabits”, explica el coreógrafo.
El cuerpo del mundo está enfermo, enfermo terminal. Le sale el pus, se le vacía la tripa a causa de una diarrea aguda. Está conectado a un suero y se le aplica respiración asistida, pero mientras tanto sigue atiborrándose de comida, devorando con cada bocado una nueva infección bacteriana, con cada sorbo otro virus.
El capitalismo tardío sufre la enfermedad del hambre, se encuentra permanentemente en el éxtasis de la bulimia y la anorexia. Se engulle y enflaquece a la vez. En Orgy of tolerance se presenta al hombre como un animal comprador. Su instinto de supervivencia está dominado por su afán comprador. Esta producción visualiza lo que Herbert Marcuse puso de relieve ya en los años sesenta en su análisis del capitalismo.
