Las guías de la Viena de hoy invitan a la visita de Karl-Marx-Hof, un barrio de ayer que tiene algunas connotaciones con La Barzola; fue construido para los obreros tras la I Guerra Mundial, cuando la revolución proletaria parecía inminente y nadie pensaba en la carnicería de un profeta del nazismo llamado Dollfuss. Ahora la barriada es una reliquia del pasado: muestra una visión humana que creía en la Industria igual que la contraria creía en el Cielo, como un conjunto de todo lo bueno posible sin mezcla de mal alguno que había de elevar al ser humano a la cumbre de la felicidad.
Esa misma visión parece desprenderse de lo que dice Antonio Rodrigo Torrijos sobre la ex fábrica de tabacos de Altadis junto al Muelle de las Mulas, sobre cuyo cambio de uso alega que "quebraría el concepto de urbanismo productivo consolidado". Ese urbanismo tiene la misma relación con la industria que la Barzola con el barrio vienés. Éste, como la sociedad proletaria, era un sueño disciplinadamente leninista pero, en el fondo, tan inocente como la Utopía; en cambio la barriada sevillana o el edificio de Altadis fueron frutos de la autarquía benefactora. Cacicadas.
El teniente de alcalde piensa en una orilla roja pero, en realidad, aquello cabe perfectamente en las cosas a eliminar gracias a la Ley de Memoria Histórica, una mole que corta, sin más ni más, el paseo que todas las ciudades con río tienen a lo largo de sus orillas y que, además, es horrorosa. Lo de Torrijos no es un sueño sino una pesadilla posmoderna parida por una ideología sin ideas... Podría salir de ella con un sueño amable. Soñar, por ejemplo, que en Sevilla, las fábricas de tabacos se construyen para acabar siendo facultades universitarias o que a Los Remedios le vendría estupendamente una pasada por el mundo de la cultura.
Antonio Zoido es escritor e historiador.
