Cultura

La Orquesta Barroca de Sevilla, mejor que un vino de Borgoña

La Orquesta Barroca de Sevilla, ésa que tanta pesadumbre pasa cada año para armar su programación en la ciudad, triunfó ayer en el festival francés de Vézelay.

el 16 sep 2009 / 07:34 h.

500 habitantes en Vézelay, 1.000 personas en su Basílica. Esta localidad de la Borgoña francesa debió aparecer como un lugar fantasma mientras que la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) y el Coro Arsys Bourgogne (que tiene aquí su sede) convocaron el espíritu de Haendel en la Basílica de Santa Magdalena, un monasterio románico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En su interior, durante dos intensas horas que transcurrieron en un aliento, la música del autor de 'El Mesías' sobrevoló a las almas convocadas en un certamen, los Rencontres Musicales, que ayer se asombró al disfrutar con el excepcional maridaje que el Coro Arsys y la OBS vienen formando.

Esta unión de grandes conquistó hace dos años la Sala Gaveau de París y ahora sigue encandilando a la antigua Galia con espectáculos como el de anoche. Sin escenografía, sin ningún tipo de aditivos superfluos, el magno oratorio coral de Haendel 'Israel en Egipto', compuesto en 1739, es capaz en 2009 de emocionar hasta el tuétano a un público variopinto, sin atisbo de impostura.

Que la Orquesta Barroca, ésa a la que continuamente parece escamoteársele el puesto de honor que merece en la cultura de Sevilla, pusiera en pie a los seguidores de esta cita -los mismos que contemplan cada año a grupos a gentes como Jordi Savall o Concerto Köln (casi nada...)- no es del todo lo esencia. La clave está en que Sevilla, gracias a la OBS y a la ROSS, fundamentalmente, empieza a contar en la esfera clásica europea.

Bajo la batuta del maestro Pierre Cao -artífice de este festival- la OBS lució a tono con un 'Israel en Egipto' musculoso en la cuerda, empastado en la masa instrumental, y subrayadamente orquestal. A Cao le gustó hacerlo así. Claro que puede que mañana, en La Chaise-Dieu, opte por una versión camerística, en las antípodas. No es que el veterano director francés sea un genio antojadizo, es un buen especialista que, eso sí, tiene la virtud (o el defecto, según se mire) de ser capaz de ofrecer dos lecturas distintas de la misma música.

Sucedió con 'El Mesías' y ahora con 'Israel en Egipto' puede repetirse el caso. Al tono vehemente y solemne de la OBS se le sumó el Coro Arsys, un equipo de profesionales, con continuos proyectos, miembros estables y valor en imparable alza. Hoy, si acudimos a las posturas más extremas del historicismo musical, se puede hacer un oratorio de Haendel más aligerado de voces. Pero éste, liberado de cualquier pesantez, es tan válido como otro.

Asumida la difícil acústica de la Basílica y controlados -verbigracia de cuatro días de ensayo- todos los difíciles maticez, el conjunto de solistas vocales no se quedó atrás en la alta puntuación de la actuación.

La soprano Katharine Fuge se llevó el caramelo de la obra al cantar el número final 'Sing ye to the Lord', con voz angelical, plena de agudos, bien proyectada y súbitamente arropada por coro y orquesta, un momento mágico -que tuvo que ser repetido como propina- que llega en la conclusión, tras 28 coros y otros tantos momentos solistas.

Bien conocida, Siri Karoline Thornhill puede no tener un timbre bien reconocible, pero su adecuación a este repertorio es de libro. En la parte masculina, Cao zigzagueó y fraseó a antojo en el dueto 'Thou in thy mercy hast led forth thy people'. Andrew Radley y James Oxley le siguieron al pie de la letra.

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