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La Orquesta Barroca se coloca la peluca

el 03 nov 2011 / 19:32 h.

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El montaje ¡Mozart!... y la Flauta Mágica ha estado durante dos semanas en la cartelera del Teatro Alameda.

Sevilla en el siglo XVIII, Mozart, un excéntrico cuarteto de cuerdas y dos niños que aman la música. Con estos ingredientes la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) ha pergeñado el espectáculo ¡Mozart!... y la Flauta Mágica que durante las últimas dos semanas ha podido verse en el sevillano Teatro Alameda y también en Gelves. Ha sido el punto de partida de un proyecto con el que prevén seguir recorriendo escenarios y cuya extensión, apuntada en la misma obra, es una segunda entrega consagrada a Beethoven.

Poco importa que la OBS sea la flamante ganadora del Premio Nacional de Música. No dispuestos a dormirse en los laureles cuatro de sus músicos más avezados se han puesto la peluca dieciochesca, el ropaje carnavalesco y los zapatos de hebilla, esos que sólo pueden ser o de nazareno repipi o de hombre del Siglo de Oro, para conquistar a varios centenares de niños. Algunos de los cuales, la pasada semana en el Alameda entraban pensando en el tostón que les endilgarían y salían meditando cómo sugerirle a mamá que les apunte al conservatorio.

Convencer a esta parroquia es bastante más difícil que hacerlo a la de un concierto cualquiera. Dispuestos a distraerse con el vuelo de una mosca, empeñados en que la música que promocionan en Club Megatrix es más resultona que esta otra de violines y violonchelos, un proyecto de estas características tenía que contar necesariamente con dos de los músicos más carismáticos de la Orquesta, Valentín Sánchez y Mercedes Ruiz. El primero de ellos ha demostrado tocar aún mejor ataviado de esta guisa que con la camisa negra habitual. Y su capacidad para enganchar hasta el embobamiento al diminuto público con hits de hace algunos siglos como la Pequeña serenata nocturna, la Marcha Turca o una selección de La Flauta Mágica es inversamente proporcional a las ganas de los adultos que contemplan la obra de que se callen los esforzados actores.

"Esto es como cuando vas al cine con tus hijos a ver una peli de la Pixar, lo que te interesa es el despliegue visual, no tanto el argumento", confesaba un profesor a la salida del teatro. Da igual. Su opinión no era compartida por ninguno de los pupilos. Todos querían continuar escuchando a Mozart, tocar los instrumentos como los músicos y vivir las mismas aventuras que los actores.

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