Cultura

«La palabra ‘moderno’ me da repelús: yo aspiro a ser clásico»

El leonés Julio Llamazares persevera en el género del relato corto con ‘Tanta pasión para nada’.

el 05 mar 2011 / 20:37 h.

Julio Llamazares.
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-Ha escogido un título pasional para una época bastante desapasionada, y unos protagonistas fracasados en un tiempo en el que se rinde culto al éxito. ¿Ganas de ir a contracorriente? 

-Tengo la sospecha de que todos mis libros van a contracorriente, o al menos nunca he tenido una mirada estratégica sobre lo que escribo. En plena movida madrileña escribí una novela de maquis, en plena explosión urbanística escribí sobre el mundo rural... Carezco de criterio tacticista, escribo lo que me piden el cuerpo y el alma.

-¿Y su inclinación por los perdedores?

-No es que lo decida así, es que me parecen las únicas historias que vale la pena contar, las que de verdad interesan a la literatura. Las vidas de los que luchan por el éxito y lo logran ya salen en los periódicos y en la tele cada día.

-También llama la atención que, en un momento en que lo que se lleva es la narración fragmentaria o en red, usted se mantiene en el relato clásico, el que siempre se contó alrededor del fuego...

-El mundo ha cambiado un millón de veces desde que tengo uso de razón, todos los años mueren la novela, el teatro y las ideologías, y aquí seguimos. Lo cierto es que en literatura está todo inventado desde Homero. Y la aspiración de un escritor debe ser la transparencia. Cada uno hace su camino, por supuesto, pero no por intercalar vídeos o un sms en medio de la narración se es más moderno. Cervantes es más moderno que cualquiera de los escritores actuales. Y lo que uno debe querer ser no es moderno, sino clásico, en el sentido de querer sobrevivir al tiempo. Aspiro a a muy pocas cosas, pero aspiro a ser clásico. La palabra moderno me da repelús.

-En todos sus relatos hay una fuerte sensación de pérdida. ¿Es eso otra oposición a lo moderno?

-La vida consiste en eso. Vivir es ir perdiendo continuamente personas, cosas, paisajes, recuerdos... Un paisano mío, Antonio Gamoneda, tituló uno de sus libros más conocidos Arden las pérdidas. Uno escribe porque las pérdidas arden dentro de ti y de alguna manera hay que sofocar ese fuego.

-Los novelistas, que pasan a veces años con sus personajes, hablan de relaciones de idilio y aversión con ellos. ¿Cómo es el vínculo, más efímero, con los personajes de cuento? 

-Digamos que es una relación de  amante, mientras que la novela es mucho más matrimonial. A una novela dedicas cuatro o cinco años, o sea: una noche te acuestas con cualquiera pero para pasar cinco años con alguien te lo piensas mucho. Todos estos cuentos serían, pues, pequeñas aventuras extramatrimoniales. Abandono la rutina de la novela en busca de pasiones más breves e intensas.

-¿Hay algo que escape o no sea susceptible de ser contado a través del formato del cuento?

-Continuamente hay historias  que oyes por ahí y te hacen pensar: ‘Esto tengo yo que escribirlo'. Y si se te ocurre el título de inmediato, es la señal definitiva. Pero hay una historia que he intentado desarrollar varias veces y siempre la acabo dejando. De niño, me decían: ‘La armaste más gorda que Crodulfo, que mató por celos hasta al cerdo'. Es la historia popular de un tipo que por celos asesina a toda la familia de su esposa y hasta a los hijos comunes. Y cuando ella le pide que acabe también con su vida, él le responde en unos versos terribles que la dejará vivir para que sea consciente de su soledad. No soy capaz de encontrar el tono de esa historia, no me sale nada decente de ahí. 

-A usted le conocimos primero como poeta. ¿Sigue en ello o se ha apartado del género?

-Sobre eso he dado durante todos estos años cientos de respuestas, y ninguna me la creo. Soy como Rulfo, que iba dando razones diferentes para explicar por qué había escrito tan poco, hasta que encontró una que le satisfizo: "Porque se murió mi tía Filomena, que era la que me contaba las historias". En mi caso, puedo decir que fue la poesía la que me dejó a mí, pero no del todo. Creo que en todos mis textos está esa búsqueda de la belleza. Y sigo cultivándola privadamente, pero como género, no como forma de vida.

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