M. Rodríguez/ F. Veiga
Dos pueblos de la Campiña, La Luisiana y Cañada Rosal, celebran hoy, Domingo de Resurrección, la fiesta de los huevos pintados, una tradición centroeuropea en el corazón de Andalucía.
El trabajo de asociaciones locales por recuperar la última de las tradiciones germanas de estas poblaciones de la Campiña ha conseguido revitalizar la costumbre de teñir huevos duros el Domingo de Resurrección.
Así, Acudeluca (Asociación Cultural-Deportiva La Luisiana-El Campillo) y 27 de Marzo en Cañada Rosal están detrás de los últimos eventos relacionados con esta tradición que pone el broche final a la Semana Santa.
Así, el mismo Domingo de Resurrección se presenta en Cañada Rosal la novela histórica Puerto de felicidad, de Alberto Fílter, vecino que recrea en este libro los orígenes, en el siglo XVIII, de este pueblo de colonos alemanes.
Pero la fiesta de los huevos pintados en este municipio arrancará hoy con el reparto de más de 500 huevos duros a los niños de la población para que los pinten a su gusto. A las dos de la tarde el potaje colono (que pese a su nombre está hecho de los hispánicos garbanzos, chorizo y morcilla) pondrá el punto gastronómico a una fiesta en la que cada año participan más vecinos.
El cronista e hijo predilecto de Cañada Rosal, José Antonio Fílter, explica los secretos de la tradición de los huevos pintados: desde siempre, los niños del pueblo reciben el Domingo de Resurrección un regalo muy especial de sus padres, un huevo duro con la cáscara teñida al hervirlo con un trozo de papel de seda de color.
Un huevo que utilizaban como excusa para visitar a sus amigos e intercambiarlo por otro.
Y es que este símbolo del renacer primaveral, muy común -con diversas variantes- en todos los países de Europa central, es la última de las tradiciones teutonas -ya se perdieron, en torno a 1940, los bailes de los locos y del oso, mucho antes el idioma, aunque aún quedan por la zona curiosos apellidos- que mantienen en Cañada Rosal, pueblo fundado en 1769 con población procedente de esos países y con el fin de rellenar un vacío demográfico que entonces mantenía desaprovechado el valle del Guadalquivir.
A la fiesta de los huevos pintados suele acudir todo el pueblo, aunque no son las fiestas más importantes de Cañada Rosal y La Luisiana.
Como pueblos andaluces que son, los festejos patronales son los que poco a poco han ido relegando a las tradiciones alemanas que, eso sí, ahora se mantienen como orgullosa "seña de identidad", expone Fílter. Y aclara: "Esto es lo que tenemos nosotros y que no hacen en ningún otro pueblo de Sevilla".
Virgen y Herodes. Entre las leyendas que intentan explicar esta celebración que algo tiene que ver con el renacer de la vida en primavera tras el vacío del invierno, algunas, rememora el hijo predilecto de la villa de Cañada Rosal, hacen mención a la intercesión de la Virgen ante los soldados de Herodes -los sobornó con huevos- para que no cumplieran a rajatabla la orden de matar a los inocentes.
Otras, a que alguien tuvo la ¿idea? ¿ocurrencia un tanto macabra? de colocar huevos bajo Jesús en su crucifixión. Y se tiñeron con su sangre, que vendría a representar el color rojo de la resurrección.
Lo cierto es que la tradición de los huevos pintados en Cañada Rosal y La Luisiana cada vez tienen más arraigo entre los vecinos de ambos municipios. Además esta fiesta también está sirviendo para atraer visitantes a las dos poblaciones, por ser una celebración peculiar para la provincia de Sevilla.