Las alarmas saltaron el invierno pasado: se derrumbó parte del techo del zoosanitario Ingacio Vázquez Muñoz, la perrera municipal de Sevilla. Justo donde se almacena todo el raticida y demás venenos para las plagas de todo un año en una gran ciudad. Las instalaciones donde trabajan las personas están comidas por las grietas, y, pese a la exquisita limpieza de la galería de jaulas de los perros, el estado del zoosanitario no les permite continuar su trabajo, que va mucho más allá de la retirada de canes sin dueño de las calles. "Si hace 30 años fue innovador, ahora sólo cabe la demolición", diagnostica su responsable. "No pasamos otro invierno como e pasado".
El jefe de servicio de la perrera, Manuel Gutiérrez, está impaciente por que lleguen los 2,32 millones de euros que el Ayuntamiento ha adjudicado de forma provisional para la reconstrucción del zoosanitario, un conjunto de edificaciones construidas hace treinta años sin cimentación y donde los técnicos han tenido que levantar, sin presupuesto y sin que nadie se lo ordene, refugios improvisados para los cada vez más numerosos caballos y équidos sueltos que deambulan por las carreteras de la periferia de Sevilla. Las obras, cuando lleguen, duarán seis meses, explica un comunicado del Ayuntamiento.
Pese al aspecto decrépito de la perrera, el jefe de la misma se esfuerza por exponer que allí se trata a los animales lo mejor que pueden sus 25 trabajadores. Incluso en una ocasión él mismo pagó 250 kilos de paja de su bolsillo cuando por un traspapeleo burocrático los caballos se quedaron sin comida un fin de semana.
Los perros, explica González, una "población flotante" de entre "30 yu 40 ejemplares" que "ni en el peor de los casos" pasan más de seis meses enjaulados antes de que los adopten, crecería más si no fuera por los ciudadanos que han ido adoptando el 75% de los 521 perros vivos que han entrado en el primer semestre, un porcentaje que el jefe del servicio confía que aumentará en el segundo semestre.
"La tendencia es que aumenten tanto el número de animales abandonados como las adopciones", expone. En todo caso, lo sitúa por encima de la media española, "que es el 60%". Una cifra optimista que él mismo matiza: "hay un fracaso grande en las adopciones y en demasiadas ocasiones nos devuelven los perros, vuelven a salir adoptados, y nos los vuelven a devolver... hasta que dan con el dueño definitivo".
Aunque en los países del centro de Europa hay toda una legión de oenegés que acuden a rescatar a perros y gatos de las perreras de España "y algo de cierto hay porque hay muchos lugares donde los animales no están en condiciones", expone el director de la perrera, la mayor parte de los padres adoptivos que acuden a la perrera de Sevilla son sevillanos de a pie, y en segundo término, asociaciones animalistas andaluzas, que de vez en cuando actúan como intermediarias para estas asociaciones europeas. "Pero los extranjeros se interesan mucho por los galgos, que es cierto que sufren mucho, mientras que los españoles salvan al chucho", tercia. Una galería de adopción está a la disposición de los sevillanos en la propia web municipal.
Los canes que llegan a la perrera son examinados por un veterinario, que debe decidir si son recuperables o, por el contrario -en caso de enfemedad dérmica grave, grandes fracturas o peligrosidad- recibir la eutanasia."Pero esto ya no es la perrera de La dama y el vagabundo, aquí no se extermina al perro cuyo dueño no corra a salvarlo", indica.
"nos gustaría esterilizarlos, como hacen estas asociaciones que envían galgos a Alemania, pero pese a que en España esta operación resulta cinco veces más barata, no tenemos medios para hacerlo. Desde luego, esterilizar a los perros reduce mucho el número de animales abandonados", defiende. Pero también hace falta "educar a una población urbana que quiere a los animales pero no los comprende: regala cachorros en Navidad y se deshace de ellos en verano".
La labor del zoosanitario se extiende mucho más allá de la trecogida de perros, gatos y caballos: también controlan las plagas de insectos y ratas, y entre sus logros destaca haber retirado en plena Feria de Abril 2010 nada menos que seis panales de abejas que se estaban formando en plena hora del paseo de caballos. "No sólo es que no murió ni una abeja, es que se hubiera liado una tremenda si las abejas comienzan a picar por miles a las personas y a los caballos", remacha para defender a una plantilla entregada y con problemas laborales.