Sin embargo, la pizarra de José Luis Mendilibar retrató las carencias del Sevilla de Manolo Jiménez gracias a un sólido 4-4-1-1 que durante el repliegue mutaba a un versátil 4-5-1 para comprimir los espacios en la creación.
El plantel nervionense trató de asumir el control de la medular con Renato y Lolo en el doble pivote. El brasileño generó un escaso caudal y el ex del Málaga apenas aportó. Los blanquirrojos, sin espacios ni un creador definido, buscaron a los referentes en ataque a través de balones aéreos.
Con una basculación lenta y un repliegue excesivamente progresivo, -sin presión ni reagrupamiento de piezas en la zona de elaboración-, el conjunto andaluz cedió el protagonismo a un Valladolid crecido y gobernado por Diego Costa.
El interior pucelano fue una auténtica pesadilla para Sergio Sánchez, que en la segunda mitad otorgó los galones en el carril diestro a Konko, correcto y a ráfagas notable.
Con el francés sobre el césped, y debido a su jerarquía táctica, los visitantes buscaron nuevas alternativas. Mendilibar, inteligente y ágil en sus decisiones, recurrió a César Arzo para dotar de una mayor agresividad a la zaga, en inferioridad numérica por la expulsión de Borja.
