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La Policía descarta que haya más violaciones cometidas por menores

La Policía desmiente que estén aumentando los delitos cometidos por menores, en especial las agresiones sexuales o los crímenes violentos. Las violaciones en grupo en Baena e Isla Cristina "han coincidido" en el tiempo, pero no son frecuentes: Sevilla no registra un caso similar desde hace dos años y medio.

el 16 sep 2009 / 06:02 h.

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La Policía desmiente que estén aumentando los delitos cometidos por menores, en especial las agresiones sexuales o los crímenes violentos. Las violaciones en grupo en Baena e Isla Cristina "han coincidido" en el tiempo, pero no son frecuentes: Sevilla no registra un caso similar desde hace dos años y medio.

Ni más casos, ni más violentos: en la delincuencia protagonizada por menores lo habitual son los pequeños hurtos y robos, o las lesiones durante peleas, sobre todo si son entre pandillas y hay muchos implicados. La tónica general no son las agresiones sexuales, ni mucho menos asesinatos y otros crímenes de sangre. El caso más parecido a las violaciones en grupo cometidas por varios menores en Baena (Córdoba) e Isla Cristina (Huelva) se dio en febrero de 2007 en el Polígono San Pablo, cuando un grupo de niños, algunos menores de 14, atacaron a una compañera de clase de uno de ellos, con quien además había tenido una relación. Como en los dos últimos casos andaluces, todos se conocían, algo común en las agresiones sexuales por parte de menores. En Sevilla se han investigado "seis o siete" abusos este año -no violaciones- de un total de 852 diligencias realizadas.

Lo explica un responsable del Grupo de Menores (Grume) de la Policía Nacional que destaca una característica de los niños que delinquen: si los adultos buscan un objetivo cuando roban o asaltan -beneficio económico, satisfacción personal-, en los menores los delitos son "gratuitos", porque no se paran a pensar las consecuencias. Comienzan como juegos, retos o situaciones de riesgo que les atraen y luego se les van de las manos. "En general no emplean gran violencia, suelen usar la fuerza necesaria para forzar a la víctima, pero no ha habido lesiones graves hace mucho tiempo".

De ahí, este responsable policial extrae una conclusión: rebajar la edad penal de castigo -hoy situada en los 14 años- no tiene demasiado sentido, porque los niños no se paran a pensar si van a pasar seis años o más en un centro de internamiento. "Se llama presentismo, no miden las consecuencias", insiste. En todo caso, con menos de 14 la Fiscalía sí puede imponerles medidas educativas.

A esto se añade una segunda carencia: son jóvenes "sin capacidad para sentir empatía con las víctimas, no se dan cuenta del sufrimiento del otro. Un agresor sexual adulto se da cuenta del daño que hace, incluso se arrepiente; un menor, no", explica el policía, responsable de un grupo que trata tanto a agresores como a víctimas.

Eso lleva a otra reflexión: si han llegado a la adolescencia sin sentir esa empatía, algo ha fallado en su educación. El policía asegura que es algo evidente: "Cuando los tenemos aquí y hablamos con ellos se les nota esa actitud". Y añade que "es un presupuesto de la criminología que hay dos formas de control: el informal que ejercen la familia, el colegio o la Iglesia; y el formal, de la Policía o la Justicia. Cuanto más control informal hay, menos falta hace el formal, pero si la familia o la educación falla se refuerza el control formal". Además estos casos, por su dramatismo, "como ocurre con el de Marta del Castillo", llaman la atención y llevan a pensar que "estamos en el Oeste, pero no es así", insiste el policía. Sí hay más repercusión: "Salen en la prensa al momento".

'No entran en el escenario delictivo de la noche a la mañana'. "¿Rebajar la edad penal? La reflexión es: ¿qué efectividad tendrían las medidas coercitivas? En principio muy pocas". Así de contundente se mostraba ayer Gonzalo Musitu, catedrático de Psicología Social de la Pablo de Olavide. "Soslayamos que algo está fallando en su educación, que el problema está en la familia, la escuela, el entorno. Estos chicos no aparecen en un escenario delictivo de la noche a la mañana, vienen de algún sitio". Mositu está de acuerdo con la Policía en que son chicos "incapaces de ponerse en el lugar de la víctima y sentir su dolor, y eso no se arregla con reformatorios". Insiste en que hay que "aunar los esfuerzos desde los primeros años de vida del niño".

Pero este experto en violencia escolar no cree que las soluciones estén por inventar: "Todo está descubierto, pero hay que hacer una seria reflexión y coordinar mucho mejor lo que tenemos: los servicios sociales comunitarios, los orientadores escolares, los profesores... hay experiencias que están funcionando", asegura.

En todo caso, rompe una lanza a favor de los menores: "La mayor parte de los adolescentes son niños maravillosos, son casos aislados los que requieren una atención especial. Y no es rasgarnos las vestiduras y pedir medidas coercitivas. La ciudadanía debe asumir que la responsabilidad también es suya".

El perfil del agresor sexual menor. El Grume tiene claro el perfil del menor que comete una agresión sexual, y la forma que tiene de asaltar a su víctima. Son casos poco frecuentes -este año sólo se han investigado seis o siete abusos, no violaciones consumadas-, y cuando se dan es habitual que sea entre conocidos, y en grupo.

La víctima, menor. Los menores no asaltan a mujeres adultas, sino a chicas de su edad. Lo más frecuente es que se conozcan, y es muy habitual que incluso sean compañeras de clase, sin pensar en que los van a identificar. Es lo que ocurrió en el último caso de Sevilla, en 2007, y en los más recientes de Córdoba y Huelva.

En grupo. Los ataques suelen iniciarse como una especie de juego, por eso son en grupo. "Un menor no se queda esperando a su víctima en la esquina", dice la Policía. A veces un joven piensa que el acercamiento que la chica ha tenido con él puede tenerlo con otros amigos. En uno de los últimos casos en Sevilla, dos parejas estaban en un parque y los chicos sugirieron a las chicas un intercambio que ellas no aceptaron, por lo que intentaron forzarlas.Es habitual que las agresiones surjan en situaciones de riesgo, de madrugada, tras una fiesta o si han bebido alcohol.

No reinciden. "No conozco a ningún menor que haya reincidido en una agresión sexual. No sé que haya existido", insiste el policía. Tras el primer aviso, deja de ser un juego.

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