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La preferia vuelve al hielo

el 19 abr 2012 / 20:51 h.

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Iván Fandiño.
PLAZA DE LA REAL MAESTRANZA
Ganado: Se lidiaron cinco toros de El Ventorillo, el cuarto como sobrero, aceptablemente presentados. Primero y cuarto compartieron brusquedades y movilidad. El segundo fue corto de viajes y aplomado; noble pero muy flojo el quinto. El sexto fue un sobrero de Montealto que acabó rompiendo algo descompuesto en la muleta.
Matadores: Diego Urdiales, de mostaza de Dijon y oro con los cabos negros, silencio y silencio tras aviso.
Iván Fandiño, de esmeralda y oro, silencio y ovación tras aviso.
Jiménez Fortes, de azul Windsor y oro, silencio tras aviso.
Incidencias: La plaza registró menos de media entrada en tarde entoldada, ventosa y progresivamente gélida. Destacó el picador Tito Sandoval picando al tercero de la tarde.


Aquellos ladrillos que tanto dieron que hablar fueron los catalizadores de la compra de la gran vacada urdida por el genial criador Paco Medina en sus campos manchegos, guardándose un puñado de vacas para seguir haciendo experimentos y nuevas aventuras ganaderas. El constructor y empresario Fidel San Román, subido en el vértice de la inmensa pirámide inmobiliaria que ahora se desmorona, se hizo con la ganadería, que ahora parece pasar horas bajas a la vez que se marchitan tantas y tantas de esas banderolas que anunciaban paraísos terrenales y felicidad bajo techo en unos predios que hoy siguen siendo eriales.

Y un apunte más:
a la ganadería se habían apuntado siempre la yema del escalafón y el carácter modesto -aunque esperanzador- del cartel de ayer también era un señal de alarma de los resultados que podía dar un hierro que ha brindado triunfos a los toreros. Pero, a pesar de todo, la tarde contó con la predisposición de dos toreros que salieron dispuestos a no dejar una oportunidad que, fueran como fueran los toros, no podían desaprovechar de ningún modo.

Y aunque hablamos del hielo ambiental que está marcando el inicio del abono sevillano, nuevamente hay que hablar del frío glacial que sacudió unos tendidos demasiado vacíos. Menos mal que torear, lo que se dice torear en el sentido más clásico del verbo, lo hizo el vasco Iván Fandiño, un sólido diestro al que le aguarda un trascendental mano a mano con su compi David Mora y los toros de Victorino en el Martes de Farolillos. A Fandiño se le vio muy dispuesto desde que se asomó al ruedo para recibir al segundo de la tarde con un bello y terso ramillete de verónicas que le revelaron como un estético y capaz capotero. Pero con la muleta fue otro cantar aunque el diestro de Orduña se fajó con su enemigo por el pitón izquierdo queriéndolo llevar siempre muy hacia adentro a pesar de los cortos viajes del toro. Fandiño se puso siempre de verdad por ambos pitones pero el animal se acabó aplomando y no quedó más remedio que matarlo con prontitud sin alargar más el trasteo.

Iván Fandiño volvió a salir muy mentalizado para aprovechar al quinto de la tarde, un ejemplar con fondo de nobleza pero muy escaso de fuerzas que fue muy protestado en los primeros tercios. Apostó el diestro vasco en los medios y lo pasó en varias series diestras dichas muy para adentro y en redondo, perfectamente bien planteadas y progresivamente desinfladas por el escaso brío del toro. Quizá erró tácticamente Fandiño descubriendo demasiado tarde el buen fondo del pitón izquierdo de ese ejemplar de El Ventorillo que fue el menos malo del decepcionante envío. Pero a esas alturas cabía muy poco que hacer y la tarde empezaba a enfilar el despeñadero definitivo mientras arreciaba el frío en los tendidos.

Afortunadamente hay más cosas que contar y tenemos que salvar y destacar el valor seco y la entrega consciente del joven matador malagueño Saúl Jiménez Fortes, que confirmó en la plaza de la Maestranza que las buenas sensaciones que había dejado en este mismo ruedo en su etapa como novillero no era ningún espejismo. Fortes se fajó de verdad con el tercero del frío festejo, un toro manso que amagó siempre con rajarse y al que enjaretó un toreo de cercanías y un angustioso arrimón que certificó sus ganas de ser hasta arrancarle una meritoria serie, muy encerrado entre las tablas, que constituyó una declaración de intenciones.

Pudo estar más a gusto con el sexto, un sobrero de Montealto que manseó de salida pero rompió hacia delante en la muleta con cierta brusquedad. Jiménez Fortes volvió a mostrarse firme como un roble aunque quizá un punto desacoplado en las mejores arrancadas de su enemigo, que con sus defectos, se abría en los embroques y dejaba a su matador colocarse como una vela para enjaretar el siguiente muletazo. El cualquier caso, el malagueño apretó el acelerador a fondo acortando las distancias y abusando un punto del metraje en un epílogo de faena dictado entre los pitones que puso a todo el público de acuerdo y al que, seguramente, le sobraron esas manoletinas que nada añadían a su demostración de entrega y valor.

No respondió a lo mucho que se cuenta de él el riojano y ya veterano Diego Urdiales aunque cuenta con numerosos aficionados y periodistas que ensalzan sus virtudes a pesar de que los años siguen pasando sin que se produzca ese despegue definitivo que aventuran sus profetas. Urdiales apenas se decidió a meter mano al brusco primero -que tuvo mucha movilidad- después de dar cien órbitas que encendieron el pilotito rojo de su flojo motor. También mostró demasiadas carencias e inseguridades con el manso sobrero de El Ventorrillo que hizo cuarto. Ese toro también tenía una descompuesta movilidad que exigía seguridad y mayor apuesta pero al riojano le cuesta un mundo echar la muleta abajo y mandar en las embestidas más allá de lo accesorio. Y así no se puede ser figura.

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