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Deportes

La presión y las facturas pendientes

Un valeroso empate de última hora en la cancha de un rival directo en tus aspiraciones, significa, probablemente, más que un punto.

el 16 sep 2009 / 08:18 h.

Un valeroso empate de última hora en la cancha de un rival directo en tus aspiraciones, significa, probablemente, más que un punto. Un golpe final en el tiempo suplementario que derrumba este empate es algo así como un mazazo o un descabello. En todo caso, un dolor. No sólo es la derrota del Rico Pérez, en sí. Este empate, en esas condiciones, tenía un aire de escapatoria a la situación en que el desastre copero había dejado al Betis. Pues tampoco. Tras el 3-0 inaugural al mismo Córdoba, la primera semana de septiembre ha sido para el Betis algo así como la Rendición de Breda para los holandeses. ¿Estamos empezando a hablar de presión? Pues también.

El momento actual del Betis, sangrando a chorros por la herida abierta de la división y la contestación social, es como el de un enfermo con alguna perspectiva de recuperación en un centro hospitalario, pero siempre sujeto al riesgo de cualquier contratiempo. El equipo, un equipo de Segunda apañadito, está cogido con alfileres. Técnicamente, y en esas condiciones, casi no está mal hacer lo que hizo ayer, con un futbolista menos durante una hora larga. En realidad, todo en el Betis debería estar subordinado al retorno a Primera. Pero la afición y la opinión verdiblancas, a base de tirarse los trastos a la cabeza, parece tener cosas más importantes en qué pensar: Lopera, Lopera y Lopera, por ejemplo.

Y, entre unos y otros, y lo asuma Lopera o no, el equipo está con lo puesto. Una muda, poco más. Fuera de la Copa, ya han empezado a crecerle los enanos en la Liga Adelante. Pero ya se sabía que al Betis lo iban a recibir a cañonazos en todos los campos de Segunda, especialmente en aquellos con aspiraciones de ascenso. Se retroalimenta una acumulación de presión entre los jugadores y la afición, dentro de una situación viciada, casi podrida. Esto lo puede ver cualquiera, desde Nueva York o desde Triana. Por eso, el empatito de ayer valía dinero. Y la derrota es una puñalada. Una más.

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