La procesión de Jesús ante Pilatos llenó de fervor las calles de Los Palacios

No importó que saliera sin estrenos, sin sorpresas, sin novedades en el frente de su paso inmenso, poblado por medio Evangelio de la Pasión. La maravilla renovada de cada flamante primavera es este Señor del Furraque, maniatado ante Pilatos y libertador de tantas almas apretujadas en un barrio que se desvive cada Martes Santo por rezarle al aire libre de cada chicotá.

el 30 mar 2010 / 19:40 h.

El Cautivo deslumbró en su estación de penitencia.
Precedido y custodiado por 300 nazarenos con faja de esparto y disciplina cofrade, el Señor Cautivo recibía el primer rayo de sol de estas alargadas tardes tras el cambio de hora poco después de las siete y cuarto. No había temor por que lloviera ni riesgo alguno por los entresijos del cielo. Sólo una satisfacción colectiva que recorría en espiral la muchedumbre que llenaba el Furraque, aromatizada a partes iguales por el incienso naciente de la tarde y el azahar vespertino que ha conquistado el pueblo desde la semana pasada.


Al atravesar la puerta de su capilla de San Sebastián, la mirada inclinada de este Señor guapo, abofeteado por la intransigencia y la ignorancia de su divinidad, no evita despertar aplausos entre los miles de devotos que no le quitan ojo ni corazón. La solemnidad marcial de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, con músicos de casa, marcaba desde el principio el paso firme por estas calles que comienzan a encerarse, a cubrirse de la Pasión que inaugura este Señor que ya no se reconoce en el tronco de cedro que talló Miñarro hace 22 años, sino en la esperanza que le profesa el gentío que este año clama en silencio por salir de la crisis.

Los 54 costaleros que cada año se ejercitan en la perfección a la voz de Franco, el capataz, llevaban sobre sus hombros el peso de una escena evangélica fundamental: la del Señor dándole la espalda a Pilatos, antes de lavarse las manos, en su sillón de reyezuelo terreno, rodeado de acusadores de Dios en la Tierra (un miembro del Sanedrín, dos sayones, un capitán romano, un escriba que levanta acta...). El Cautivo con el pómulo hinchado, morado; su melena judía a un lado, sus ojos reflexivos casi en el suelo, decididos a beber ese Cáliz...

El Cautivo recorrió de día las calles de su feligresía y atravesó con el primer crepúsculo la travesía de la antigua N-IV, hacia el barrio de la parroquia del Sagrado Corazón, donde realiza una presentación lucida y contenida de gestos cofrades fundidos en la plasticidad sufriente de su planta, tan verosímil, tan profundamente humana. Cuando los pequeños se acercan, a veces soñolientos, a veces juguetones, a la lumbre de los cirios para engordar sus bolas de cera, por la calle Rabadanes, por la sombra artificial de la torre mayor del pueblo, por la calle Aurora... la procesión del Cautivo ya ha asumido otro son, otro ritmo de corazón madrugador, de alma en vilo por verlo emprender la carrera ineluctable de la Salvación, que en Los Palacios comienza en la calle Real, en una recta sin pérdida que lo conduce de nuevo a su capilla del Furraque al filo de las dos de la mañana.

Este Señor Cautivo, cautivador, se hará Verdadera Cruz para salir Crucificado, del mismo sitio y casi a la misma hora, el Jueves Santo, en la talla hermana de Castillo Lastrucci, acompañado por María Santísima de los Remedios.

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