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"La puñalada que me dio pudo ser mortal"

Francisco, vecino de Los Bermejales, fue apuñalado por un menor al que acababa de reñir porque estaba rompiendo botellas en plena calle

el 02 oct 2009 / 15:29 h.

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Fue un arranque de violencia tan desproporcionado, que días después de la agresión Francisco sigue asombrado: recriminó a un chaval que estuviera armando jaleo y éste sacó una navaja de 18 centímetros e intentó clavársela en el tórax. No le afectó al pulmón ni al hígado, hacia donde iba dirigida el arma, porque se giró y la lesión quedó en un corte superficial.

"Los médicos estuvieron muy preocupados hasta verificar que no tenía afectado ningún órgano. Entonces me dijeron que había vuelto a nacer, que una puñalada en ese sitio o es mortal o te crea complicaciones para toda la vida", explicaba ayer la víctima, un empresario de 35 años copropietario de un negocio de viajes de ocio en globo. Tras ser apuñalado, Francisco persiguió a la carrera a su agresor, que se encerró en una heladería, donde la Policía lo detuvo. Había tirado la navaja a una arqueta, pero los agentes abrieron el suelo y lograron recuperarla. Le han dicho a Francisco que el caso es "un intento de homicidio claro, por la zona a la que dirigió el arma". Por suerte, tras un día ingresado en el Virgen del Rocío y dos guardando cama, Francisco sólo notaba ayermolestias en la herida, aunque tiene cinco grapas y debe tomar calmantes.

Todo ocurrió el sábado a medianoche. Francisco C.P. volvía con su mujer y su hijo de un año de cenar con unos amigos y mientras aparcaba el coche en la calle vio a cinco chavales -dos de unos 16 años y tres de unos 14- rompiendo botellas en la calle. "Les
di dos buenas voces, diciéndoles que no siguieran haciéndolo". Ya en su piso, vio desde la ventana que el grupo de chavales estaba señalando su vivienda, "de forma amenazante". Pero lo que le preocupó fue que uno estaba agachado, "trajinando" bajo su
coche. Entonces bajó para llamarles de nuevo la atención, y salió a la calle gritando: "¿Qué estáis haciendo?".

Cuatro salieron corriendo pero el del coche se quedó de pie, esperándolo. "Fui hacia él normal, ni se me pasó por la cabeza que tuviera un arma", mantiene aún Francisco, un hombre de 1,93 de altura que calcula que el menor, "con aspecto cani, pero que no parecía peligroso", no medía más de 1,70. Su mujer, desde la ventana, sí vio que el crío tenía la mano en el bolsillo y se asustó, pero no pudo avisarlo.

"Fue un segundo, me atacó y yo me giré, así que no me alcanzó de lleno. No sentí ni siquiera dolor. Salió corriendo y fui detrás
hasta que se metió en una heladería diciendo que yo quería pegarle". Fue entonces cuando, después de la carrera, comenzó a sentir dolor y vio que tenía la ropa empapada de sangre. Pidió un delantal a un dependiente de la heladería Helarte, de la avenida de Alemania, y se presionó la herida hasta que llegó una ambulancia que le hizo una cura de urgencia. "Mi mujer sí que debió de pasarlo mal todo ese tiempo, porque yo no llevaba el móvil y no pude avisarla, hasta que llegó una vecina y me preguntó que a quién quería que le dijera que me estaban llevando al hospital", explica Francisco. No quería irse hasta que llegara la Policía para asegurarse de que el chico era detenido, pero se sentía mal y tuvo que marcharse.

El equipo de cirujanos que lo atendió lo examinó "muy preocupado, y ahí es cuando empecé a asustarme", cuenta. Al final, le dijeron que no tenía nada grave. Pero días después, y mientras la herida mejora, su reacción sigue siendo la misma: "Estoy asombrado, no fue una situación extrema. Nunca imaginas que en un segundo te puede pasar algo así".

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