Como el Betis no reflexione sobre el rumbo que ha tomado su fútbol -su no fútbol más bien- en las tres últimas jornadas, será muy complicado que el año que viene a estas alturas esté en Primera. Este ya no es el Betis de Víctor Fernández. No es alegre, ni vertical, ni combinativo. Atrás quedan las triangulaciones, las paredes, las llegadas al área enemiga y las ocasiones. Este Betis se ha estancado y ha perdido la pelota, y si la encuentra, no sabe qué hacer con ella. Y sin el balón en su poder, este Betis también ha empezado, otra vez, a temblar en defensa. No en la defensa entendida como el cuarteto de hombres que juegan justo delante de Goitia, sino en la defensa como el entramado general cuando el esférico es del rival. Matilla, que podría ser el mediocentro titular de más de la mitad de equipos de Primera, hizo casi todo lo que quiso ante Aurelio y Arzu y Joan Oriol fue algo así como la reencarnación de Gordillo. Arriesgó Víctor al quitar a un delantero (Pereira) para poner a un medio (Rodri) y acertó al quitar a Juanma para incluir a Caffa. Pero si el Betis no perdió fue porque surgió Emana, por fin, y porque el portero del Villarreal fue un amigo. El problema es la sensación que queda de que aquella gran reacción del Betis ya es historia. La sensación, en fin, de que este Betis parece más de Tapia que de Víctor.