Son tales las apreturas que padece de antiguo el Museo Arqueológico que ha habido varias propuestas para su ampliación. El anuncio estatal de la rehabilitación integral del edificio del 29 ha vuelto a plantear esta posibilidad. Las soluciones pasan por ampliar por la parte de atrás.
Los museos arqueológicos andaluces están atestados desde hace años. No se criba, todo se conserva porque así se prescribe en la Ley de Patrimonio y cada año sus gestores se las ven y se las desean para hacerle hueco a las cajas y cajas de materiales procedentes de las numerosísimas excavaciones que se realizan, tanto en las capitales como en las provincias.
El Arqueológico de Sevilla no es una excepción. Su semisótano está literalmente desbordado por millones de trozos de cerámicas, huesos, monedas y demás restos pretéritos, muchos de ellos ya sin más valor que el que un día sirvió a sus descubridores para realizar sus memorias científicas.
El anterior director del museo, Fernando Fernández, dio muchas veces la voz de alarma, pero nunca se arbitraba solución alguna. Ahora, con el anuncio de que el Ministerio de Cultura, titular del edificio, al fin va a acometer una muy necesitada rehabilitación integral, se ha desenterrado la posibilidad de que las obras sirvan, además, para solventar esta situación.
En los años 80, el arqueólogo y profesor de la Hispalense Fernando Amores estudió el asunto y lanzó una propuesta: prolongar el semisótano del museo por detrás. En la parte trasera del Arqueológico, enclavado en la plaza de América, lo que hay es una zona poco frecuentada que cuenta con una pista de patinaje.
El planteamiento de Amores pasaba por preservarla pero, justo bajo ésta, ampliar cuanto fuera necesario el semisótano del museo. "Con ello se evitaba -recuerda el arqueólogo- el tener que alterar la edificabilidad de una zona que es Bien de Interés Cultural, con las complicaciones que intervenir en una zona tan protegida patrimonialmente comportaría". La suya no es la única propuesta, puesto que ha habido algún arquitecto que ha planteado edificar directamente un edificio-apéndice aprovechando esa parte trasera de uso residual. Opción que, además de tener que obtener el plácet patrimonial, debería ser aprobada por el Ayuntamiento, ya que esa zona es de su dominio.
En cualquier caso, el plan museológico que la Consejería de Cultura ha enviado al Estado no entra directamente en si se debe o no ampliar, pero sí da cuenta de las necesidades espaciales que precisa el museo para acoplarse a los tiempos que corren. Será el estudio de arquitectura que se adjudique la obra quien deba darle la solución más óptima.
En cualquier caso, hay otra variable que podría incluso ahorrar esa potencial ampliación: el centro logístico que la Junta tiene en La Rinconada. Se trata de un macroalmacén al que los museos arqueológicos podrán derivar sus toneladas de restos. Si esto fuera así, el Arqueológico podría aprovechar el semisótano para satisfacer algunas de sus necesidades, aunque, como recuerda Amores, "ese semisótano no se construyó como almacén en origen, sino como cámara de aire para evitar la humedad y climatizar de forma natural el edificio". De hecho, se ha anegado en varias ocasiones y, a menos que la rehabilitación contemple su estanquidad, este espacio seguirá siendo de uso bastante arriesgado.
