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La reinvención de la mesura

Los toques de las lágrimas vertidas por San Pedro, volvieron a sonar en la Giralda hace ya años...

el 16 sep 2009 / 04:54 h.

Los toques de las lágrimas vertidas por San Pedro, volvieron a sonar en la Giralda hace ya años, gracias al invento de la verdad del que hablaba Machado pero, en una Sevilla ahíta de despendoles religioso-festivos, no logran adquirir la pátina de tradición salvo, naturalmente, para los miembros de la Banda del Sol que pensarán muchas veces al año en ese momento mágico y para un público tan fiel.

Los sones en las cuatro caras de la torre la víspera y el día del santo fueron rito cumplido minuciosamente durante siglos, cuando la catedral no sólo tenía organistas sino también un gran número de músicos, cantores y danzantes.

Desde el siglo XVI al XVIII tuvieron plazas fijas profesionales de chirimías, sacabuches, trompetas, cornetas, flautas, bajones; atabaleros, tamborinos y hasta una "familia mora" que no sabemos qué función musical cumpliría. Participaban en ceremonias religiosas o de carácter civil como recibimientos a personalidades, fiestas de nacimientos y de bodas? Cuando sobrevino la decadencia y el cabildo hubo de llevar a cabo las consiguientes reestructuraciones de plantilla (todos, a excepción del organista y los seises, fueron despedidos) la tradición también se fue a la calle.

Nació así la fiesta popular, siempre nadando entre las dos aguas de un cauce estrecho, mitad religiosa, mitad civil, con elementos de los de arriba y de los de abajo y pocos recursos. Y así, al margen de concreciones, fue como la fiesta misma se convirtió en tradición sevillana; así cristalizó la tradición, más que en la ceremonia, en su bulliciosa algarabía. Tal vez ahora, cuando los dineros la han desmadrado y la salida extra de un palio se convierte en una maratón, sean más necesarios contrapuntos como el de las lágrimas de San Pedro, mesuados, íntimos, en los que la procesión va por dentro.

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