Cultura

La renovada proyección de Luque gana a un tibio Tomás

La segunda comparecencia del diestro madrileño no estuvo a la altura de las expectativas levantadas.

el 03 ago 2011 / 20:37 h.

Dos verónicas, una media y una larga marcaron la diferencia. El toro, segundo del encierro de El Pilar, era un horror de hechuras pero la atención y la expectación orbitaban en torno a la montera del diestro de Galapagar en su segunda venida entre los vivos. Tomás ya había estado a punto de ser alcanzado al quitar por esas chicuelinas enfrontiladas que forman parte de su nuevo repertorio al hacerse presente en el ruedo de La Merced. Noble y algo tardo, el toro no se adaptó a la alta exigencia del concepto del madrileño, que anduvo correcto con la derecha y mucho más intenso con la izquierda en el corpus central de una faena que fue ganando en calor a la vez que avanzaba su metraje. Pero la verdadera emoción sólo llegó en una voltereta que devolvió la emoción dramática a un trasteo de medio tono que no gozó de la excepcionalidad de otras tardes. La estocada, contraria y efectiva, le sirvió para cortar una oreja cariñosa. El cuarto tuvo mejor presencia pero poco gas y se quedó debajo en los primeros compases de una faena en la que hubo muchos pases, no todos buenos. Y el verdadero acople llegó demasiado tarde, muy a favor de ambiente, amarrando el trofeo con esas manoletinas de concepto renovado que no terminaron de arreglar una labor simplemente vulgar. La espada tampocó funcionó: la cosa quedó en gris oscuro.

Pero Tomás había elegido de coche escoba a un joven paladín que confirmó su buen momento después de triunfar con fuerza en la recentísima feria de Santander.

Lástima que el tercero anduviera cortito de fuerzas aunque Luque mostró su aptitud y actitud desde el primer muletazo: con cadencia, temple, firmeza y exposición, especialmente en una empacada serie diestra a la que siguió otra en el filo de la navaja que hizo un raya en el agua. Pero el toro no tenía ni medio motor y la faena se quedó en una solemne declaración de intenciones firmada con ayudados de cartel y una estocada trasera. Con el sexto, que hizo cosas raras de salida, no hubo la misma decoración.

Rebrincado y protestón sí sirvió para comprobar la sincera firmeza de Daniel Luque, siempre en el sitio, siempre dispuesto a torear más allá del brillo de los muletazos y la derrota del animal, que se acabó echando en la yema de la faena. A pesar de todo, ahí quedó una demostración de lo que puede dar de sí.

Emilio Silvera, antigua gloria local en las postrimerías de su carrera, oficiaba el dudoso papel de telonero después de quedarse fuera de la pasada feria por la forzada ausencia del Divino.

Silvera sorteó en primer lugar un novillote noble y un punto protestón con el que no pasó de voluntarioso. Con el boyante cuarto, más en el tipo de la casa, el tercero de la cuadrilla -un tal Jesús de María- formó un gazpacho pareando al quiebro en los mismos medios aunque el matador, entonadillo a ratos, no terminó de entenderse por completo con un animal que merecía otras excelencias, otras medallas. Tampoco se podía pedir más. ¿No?

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