Gracias a esas filas coloristas de temporeras magrebíes, tocadas con sus hiyabs y enmarcadas en las banderas rojas, los fotógrafos de prensa pudieron emular el domingo pasado a Pellizza da Volpedo y sacar imágenes del Quinto Estado tan bellas como las que, del cuarto, sirvieron de presentación a la película Novecento. Seguramente, los organizadores sabían que esas mujeres podían ser un poderoso punto de atención para los objetivos, seguramente el domingo no importaba tanto la cuestión del velo. Seguramente, ese día no tocaba.
Seguramente, ellas tampoco se atreven a quitárselo: las imágenes, además de seguir valiendo más que mil palabras, hoy vuelan por internet y vía satélite y cada una se sabe en el punto de mira de la envidia en su prójimo: aquí forman parte del proletariado agrícola explotado, allí son vistas como privilegiadas. Hace un siglo, cuando se dibujaba el paisaje humano de la película de Bertolucci, a muchos parias les pasaba lo mismo; por ejemplo, no se atrevían a dejarse ver leyendo, escapándose de su sitio "natural". Pero los activistas sindicales llevaban la lectura al hato, incitaban a aprender y enseñaban pacientemente por las noches.
¿Ocurren ahora cosas parecidas?, ¿son los pañuelos flor folclórica de un día? Quiero pensar que en los demás de la temporada hay sindicalistas que trabajan por abrir las mentes de estas mujeres a la rebelión contra las condiciones laborales injustas y contra la injusticia de la opresión masculina generalizada en un mundo sin el humanismo del XVI, sin la ilustración del XVIII, sin las conquistas del feminismo en el novecientos. Quiero pensar que el lugar en preferencia del domingo no estaba motivado sólo por la foto. Quiero pensar que son conscientes de que, seguramente, estas mujeres de Oriente son la reserva sindical de Occidente.
Antonio Zoido es escritor e historiador
