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La responsabilidad del rey Baltasar

El matador de toros encarnó ayer al rey Baltasar en la vuelta al ruedo más larga de su vida, según él mismo ha definido.

el 06 ene 2013 / 17:54 h.

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El día de ayer fue, a buen seguro, uno de los más felices y emotivos que Eduardo Dávila Miura (Sevilla, 1974) ha pasado en su vida. Supongo que sería comparable en mayor o menor medida al de su boda, al de su alternativa o al nacimiento de algunos de sus tres hijos. Como no soy ni matador de toros -sólo en sueños alguna tarde- ni padre y tampoco he sido rey Baltasar en la Cabalgata de Sevilla -aunque también lo he soñado- no puedo asegurarlo pero imagino que el nivel de satisfacción y emotividad debe andar bastante parejo.

Eduardo está acostumbrado a bregar con el gran público y el día de ayer podría compararse al de una gran faena. Él mismo lo ha definido estos últimos días como la vuelta al ruedo más larga de su vida. Las horas y días previos seguro que ha estado hasta las trancas, como les ocurre muchas veces a los toreros, pero esta vez sería de ilusión y por qué no, de responsabilidad. De hecho, se ha encerrado unos días en el campo para aislarse al tiempo que coordinar y preparar todo para que el mágico día de ayer no hubiera que ponerle un solo pero. Y es que Eduardo tiene el nivel de la responsabilidad bien alto. Cuando recibió la llamada del Ateneo el pasado verano en la que le comunicaron que tenía el honor de representar al rey Baltasar durante la Cabalgata de Reyes, se lo tuvo que pensar y llamar de nuevo más tarde para dar el sí. La llamada de la Docta Casa le pilló, no podía ser de otra forma, en el callejón de una plaza de toros. Toreaba uno de los matadores que apoderaba y no era el momento de pensar en otra cosa que no fuera en estar atento a su apoderado.

Su responsabilidad también ha marcado su carrera profesional. Debutó con picadores con 21 años y como ya había toreado bastante en su casa -la mítica dehesa de Zahariche- se saltó el paso de becerrista. Cuenta que en su familia, ganadera por excelencia y que no necesita presentación alguna, no gustó nada que Eduardo decidiera ser matador de toros. Ningún Miura se había vestido nunca de luces y al niño había que quitarle esa idea de la cabeza como fuera. Con ese objetivo, sus tíos le prepararon una encerrona en la plaza de tientas con varios ejemplares de la casa de esos que se suele decir que saben latín. Pero nada, no hubo forma y Eduardo se salió con la suya. Dejó aparcados sus estudios de perito agrícola -que terminaría más tarde- y comenzó a prepararse con una enorme fuerza de voluntad y sacrificio hasta que llegó el gran día.

Éste llegó en la Real Maestranza, la plaza a la que tantas veces había ido como aficionado, el 10 de abril de 1997. Su padrino de alternativa fue Emilio Muñoz y aquella tarde Eduardo salió al ruedo con varias décimas de fiebre. De nuevo, su responsabilidad le hizo dar el paso al frente y no perderse el que hasta entonces era el momento más importante de su vida. Ese día su vestido de torear fue color burdeos y no Macarena y Oro, un color que ha usado decenas de veces y que atiende a la gran devoción que tiene por la Esperanza Macarena, hermandad en la que ha salido muchas veces y de la que su abuelo Eduardo fue hermano mayor.

Como decíamos, el Rey Baltasar antes de regalar ilusiones entre los niños y no tan niños, regaló arte, valentía y honestidad durante diez temporadas por todas las plazas es España, Francia y América. Se retiró joven pero muy satisfecho. No necesitaba más. Había cumplido su gran sueño, había triunfado en todas las plazas importantes y un día decidió que se había dado el gustazo de su vida durante una década y ahora tocaba disfrutar más de su mujer, Carmen Escudero, y sus hijos. Desde entonces ha seguido muy vinculado al mundo del toro como apoderado, comentarista en diferentes medios de comunicación y ha dado conferencias para empresarios, eso que ahora llaman coaching pero que no es más que aplicar tu experiencia profesional a otros campos. También anda ahora liado con su Escuela de Aficionados Prácticos Taurinos, a la que todo aquel que quiera pueda acudir para saber y sentir durante dos días y en primera persona la magia del toreo.

El rey Baltasar, cuando deja los camellos y está descansando, también es un apasionado del Sevilla FC. Le encanta ir siempre que puede al estadio con sus amigos y seguro que anoche preguntó a los pajes cómo iba el encuentro. Hacía lo mismo cuando un partido le pillaba vestido de luces, siempre tenía alguien cerca para decirle cómo iba el partido. Baltasar también es muy amigo de sus amigos, aunque con sorna le regalen enmarcada una redacción que hizo en el colegio sobre Oliver Twist que era para eso, para enmarcar. Sus más íntimos le acompañaron ayer durante su paseo triunfal por Sevilla. Y aunque no estuvieron presentes con él en la carroza, no faltaron en el cortejo Carlitos y Luisón, que estuvieron jaleando al torero desde un burladero del cielo, como buenos Núñez.

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