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La revolución del paso de cebra

Una decena de vecinos del Arenal se constituyó en justiciera cuadrilla de pintores para destacar sobre el asfalto, con pintura blanca, un paso de cebra que el barrio lleva pidiendo sin que el Ayuntamiento se decida a pintarlo. (Foto: Juanma Rodríguez)

el 14 sep 2009 / 20:24 h.

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Dudaron, porque no tenían autorización, pero les salió el cariz revolucionario. Una decena de vecinos del Arenal se constituyó en justiciera cuadrilla de pintores para destacar sobre el asfalto, con pintura blanca, un paso de cebra que el barrio lleva pidiendo desde abril sin que el Ayuntamiento se decida a pintarlo. Aunque su media de edad superaba la de la jubilación, rodillo en ristre lograron lo que buscaban: "dar el espectáculo", según el líder vecinal Antonio Fernández. Porque el corte de tráfico que iniciaron a mediodía y mantuvieron hora y media en el cruce de Arfe, García de Vinuesa, Castelar y Harinas provocó un sonoro atasco.

A pesar de todo, Marco Antonio Barrera, el conductor de la primera furgoneta a la que pilló el corte, que tuvo que asistir en primera fila al espectáculo sin haberlo pedido, se lo tomó con humor y supo mantener la sonrisa hasta el final. Fue la reacción más común de los peatones que se topaban con tan venerables vecinos en semejante labor. "¿Qué pasa?", preguntaban. "Que estamos pintando el paso de cebra para que cuando quieras cruzar con tu nieto se paren los coches, miarma", respondía a un anciano el carnicero de la calle Arfe, que se unió espontáneamente al grupo bajando de sopetón la media de edad. Los paseantes, sobre todo los más ancianos, asentían con la cabeza: "Muy bien, muy bien". Porque los pasos de cebra de la zona llevan tanto tiempo sin ser repasados que no se ven, y los vecinos, muchos de avanzada edad, no logran que los coches se paren para que ellos crucen. "El otro día estuve yo aquí 40 minutos para pasar", exageraba una señora.

Algunos conductores se lo tomaban peor: varios estuvieron a punto de comerse a los pintores porque no les dejaron pasar. Porque una manifestación de 500 personas se entiende, pero si cortan la calle entre ocho, a veces no se les ve, y algunos les pidieron que se quitaran creyendo que estaban charlando distraidamente en medio de la calle. Otros no pudieron evitar la tentación de pedirles que se apartaran "para no andar fastidiándonos los propios vecinos entre nosotros". "Es que esto lo hacemos por todos los vecinos", respondían ellos. "¿Y no lo pueden hacer de madrugada?", "¡De madrugada que lo haga el Ayuntamiento, que es el que lo tiene que hacer, esto es una manifestación!".

Un papelón tuvieron los policías que acudieron a verificar si la protesta era legítima: con una sonrisa y cierto pudor, dos agentes nacionales les pidieron los carnés y la autorización. La Subdelegación del Gobierno había mandado un fax por la mañana informando de que el corte de tráfico estaba autorizado, pero no la pintura del paso del cebra, que precisa un permiso municipal. Fue lo que los vecinos se anduvieron pensando un rato: "¿Pintamos o no?", "Hombre, digo yo que si esto es una protesta, es para hacer lo que no nos dejan hacer".

Tampoco fue fácil la labor de la Policía Local, porque aunque el corte de tráfico estaba avisado y más que publicitado, la primera pareja de agentes llegó media hora tarde, con el lío ya montado. "¿Por qué no dejan pasar a la furgoneta para que los demás coches puedan salir por esta calle?" intentó mediar un policía. "¡Por aquí no pasa ni Franco!", espetó Antonio Fernández, que luego explicó que había leído un reportaje sobre la enfermedad del dictador con un titular parecido, y sin saber cómo, se le había venido tan extraña frase a la cabeza. Los policías tuvieron que conformarse y organizar el atasco haciendo salir a los coches, a contramano y haciendo un giro infernal, por Harinas y Federico Sánchez Bedoya.

El corte de tráfico estaba autorizado hasta las dos de la tarde, pero se dio por concluido a las 13.30 horas "sin incidentes", remachó la Policía. Así que Marco Antonio se montó en su furgoneta y se fue a repartir por Triana. "Tenga cuidado, que ahora tiene un paso de cebra", le dijo con sorna un agente. Vecinos y mirones se dispersaron haciéndose un poco los remolones.

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