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La ruptura histórica

La izquierda debe construir con sindicatos, jóvenes y movimientos ciudadanos un Bloque Social de Progreso.

el 31 ene 2012 / 10:04 h.

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Es cada día más obvio que sin una seria ruptura con el neoliberalismo y la adopción de una regulación ética de la globalización, la Unión Europea y el euro entrarán, inexorablemente, en una profunda decadencia que nos afectará a todos, primeramente a los europeos e, indirectamente, al equilibrio mundial". Esta cita, lejos de haber sido manifestada por alguien a quien pudiera tildarse de radical, corresponde a Mario Soares, ex Presidente de la República y ex Primer Ministro de Portugal, uno de los dirigentes de la socialdemocracia europea más destacados durante el último cuarto del siglo XX.

Compartimos plenamente esa conclusión y todo lo que se encuentra tras ella. La socialdemocracia europea creció tras la II Guerra Mundial junto a la construcción del llamado Estado del Bienestar y éste se desarrolló, con distintos niveles, de la mano de la socialdemocracia, de tal manera que no podría entenderse la una sin el otro. Cuando desde hace ya años asistimos desde posiciones neoliberales al cuestionamiento de ese Estado del Bienestar, y en los últimos tiempos a un brutal ataque sin precedentes, se está poniendo claramente de manifiesto la incapacidad de la socialdemocracia de ofrecer alternativas viables y a largo plazo que eviten el colapso del modelo social europeo.

La irrupción de la Tercera Vía de Tony Blair fue un intento baldío de conjugar la socialdemocracia y el neoliberalismo, que conllevó un efecto indeseado y perverso, el debilitamiento de las políticas de izquierda frente al fortalecimiento de las de derecha. A nuestro modo de ver, los dirigentes socialdemócratas europeos debieran tomar nota de una evidencia: el capitalismo especulativo y financiero, que ha acabado arrinconando y poniendo bajo sus pies al capitalismo productivo y arrastrando a la socialdemocracia, no tiene compromiso alguno, ni pretende tenerlo, ni con la socialdemocracia, ni con Europa. Así, mientras más tiempo tarden en darse cuenta de ello, más se prolongará la agonía y más se tardará en encontrar el nuevo espacio que ha de corresponderle a Europa y el papel que en ello debe jugar la izquierda europea.

Reducir el debate, como al final lamentablemente sucederá en el próximo 38 Congreso del PSOE, al cambio de dirigentes y a medidas orgánicas de las de andar por casa, sin una reflexión en profundidad, serán del todo inútiles para afrontar todo lo que nos viene, aunque lamentablemente parecen ser éstas las únicas recetas que se encuentran en todas las agendas de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, como si estuviéramos simplemente ante un cambio de ciclo político y no ante algo mucho más grave y profundo. Ya no vale esperar, el ocaso de la socialdemocracia, tal como la hemos entendido hasta ahora, está servido, y, como apunta Mario Soares, o se toma definitivamente la iniciativa rompiendo con el neoliberalismo o, apuntamos nosotros, ésta perderá toda opción de aportar a la nueva izquierda el potencial acumulado durante tantos años y Europa entrará en un agujero negro.

Ya no es suficiente con invocar valores como los de la solidaridad, igualdad y justicia social, que sin duda compartimos y han de presidir siempre el ideario de la izquierda, si no en tomar conciencia de que éstos y otros valores universales están en flagrante contradicción con los intereses del capitalismo especulativo y financiero -hoy hegemónico-, con el que hay definitivamente que romper, y en consecuencia tomar la iniciativa junto a otras fuerzas de la izquierda, del movimiento sindical y de otros muchos movimientos sociales y de la juventud, para construir un amplio Bloque Social de Progreso que ofrezca nuevas alternativas y nuevos instrumentos para la construcción de una nueva Europa, en el marco de un nuevo equilibrio mundial. Si no nos veremos abocados a seguir transitando por un camino muy peligroso, el debilitamiento y/o recorte de la democracia en más países europeos, que puede dar lugar a que, caso de Italia y Grecia, sus actuales gobiernos no sean elegidos por los ciudadanos.

Así pues, negamos la mayor. Los partidos socialistas y socialdemócratas no pueden pretender la exclusividad de la izquierda política y social, encarar en solitario los nuevos retos, y mucho menos continuar enfrentados a los movimientos sociales clásicos y emergentes, llamados a jugar un papel determinante en la actual situación. Más que ridículo, nos ha resultado patético el que a estas alturas se hayan producido inútiles llamadas al voto útil de la izquierda durante la última campaña electoral, cuando es más que evidente que no solo el PSOE, también otros partidos socialdemócratas europeos, pierden sus apoyos por su alejamiento de su electorado natural, desorientado con una errática, confusa y contradictoria acción política, en la que cada vez resulta más difícil distinguirla de las políticas que justamente hay que combatir.

Ha de acabar radicalmente el periodo en el que la socialdemocracia pareciera haberse mimetizado con los intereses neoliberales, asumiéndolos como propios. La ruptura histórica se hace urgente, necesaria e indispensable. Hay que poner la luz larga y proyectar un futuro distinto contando con los intelectuales, las fuerzas del trabajo y de la cultura, con los jóvenes y sus múltiples formas de expresión y organización, con especial hincapié en las redes sociales. Esta es la senda por la cual debemos caminar.

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