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La salud sexual por norma

Ahora resulta que después de los esfuerzos e inversión generados para promover el uso del preservativo, quedando marcada en nuestra memoria retentiva el lema de la campaña "póntelo, pónselo", ahora, años después, se da un paso cualitativo en la ideología progre de valores que favorece la promiscuidad sexual entre niños y adolescentes...

el 16 sep 2009 / 02:51 h.

Ahora resulta que después de los esfuerzos e inversión generados para promover el uso del preservativo, quedando marcada en nuestra memoria retentiva el lema de la campaña "póntelo, pónselo", ahora, años después, se da un paso cualitativo en la ideología progre de valores que favorece la promiscuidad sexual entre niños y adolescentes, dentro de esa filosofía que entiende que el sexo es un juego más, como la Nintendo, un derecho, un goce que se ha de facilitar con la sola cautela de evitar embarazos indeseados. Al margen de la moralidad que trasluce esa doctrina que nos marca la tiranía ortodoxa reinante, lo cierto es que siempre me he mostrado tolerante y partidario de esa última cautela, pues es conveniente que efectivamente se prevenga que una niña, inmadura psicológica y emocionalmente para ser madre, se quede embarazada después de disfrutar de su cuerpo y sexualidad.

Para ello el preservativo se ha demostrado que es el método profiláctico más seguro y sin efectos secundarios, siendo la píldora postcoital una medida excepcional, un último remedio para salvar situaciones de despiste o accidente, y siempre bajo un control y supervisión médica, pues su consumo abusivo y banal sí puede producir efectos secundarios, pues ya se considere abortivo o no, riesgo entraña dado su componente hormonal. Por eso, con esa medida el machismo estará de enhorabuena pues los hombres ya no tendrán que preocuparse de ponerse o ellas de ponerles, el incómodo caperuzón de plástico, los fabricantes de condones estarán previendo importantes reducciones de beneficios, la salud pública de luto al incrementarse las enfermedades de transmisión sexual y las mujeres deberían estar lamentándose de que, gracias a quienes defienden que esa medida es un avance para ellas, se traslada la responsabilidad de evitar la fecundación, a sus propios ovarios. En el fondo, hay que ser idiotas.

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